LAS PERSONAS DE LA MAR PROTAGONISTAS DE LA ECONOMIA AZUL

Ya sabéis la relación intensa, emocional, casi telúrica que me une a la mar. No puedo vivir sin asomarme con la máxima frecuencia posible a su vitalidad, a su energía, a la vida que lo agita. Los que vivimos asomados a la mar sabemos hace muchas décadas lo que significa sostenibilidad. Por resumirlo rápidamente el pan para hoy cuando sobreexplotas los recursos marinos es el hambre para mañana. Por eso me interesa especialmente la economía azul, la aplicación de los principios del crecimiento 2020 a las actividades en torno al mar.

Hoy en mi condición de miembro de la Comisión de pesca he participado en la conferencia de alto nivel organizada en el Parlamento Europeo gracias los buenos oficios de mi compañera de grupo Gesine Meisner para analizar el futuro de este concepto, una estrategia de crecimiento a largo plazo que propugna una transformación de las actividades tradicionales, la diversificación de las fuentes de renta, la generación de nuevas actividades y el aprovechamiento de la energía del mar reduciendo, a la vez, la presión sobre el medio. Por supuesto que comparto la necesidad alcanzar todos estos objetivos pero nadie debe olvidar que además deben generar equilibrio económico y social en las comunidades costeras.

Para lograrlo hay un paso imprescindible: la participación de las y los que hemos vivido y queremos seguir viviendo del mar en esta transformación. Es fundamental para que este cambio progrese y para que aproveche siglos de conocimiento y convivencia con el mar. Para ello los planes y políticas que impulsan la economía azul deben retribuir a sus miembros en términos de oportunidades, servicios y reconocimiento por el esfuerzo que realizan para liderar esa relación mejorada con el mar.

He querido dejar claro este mensaje porque como vecina de un pueblo costero, como miembro de una familia de pescadores me suelen dar miedo todos los que hablan de sostenibilidad del mar sin considerar la evidencia de que parte de ese ecosistema lo integran, desde siempre, las personas que viven en la costa, que trabajan en el mar, que han convivido con él durante siglos y que quieren seguir haciéndolo. Son, somos por ello, los primeros interesados en esta transformación. Y no la fomenta precisamente la mirada que se lanza sobre estos sectores productivos desde algunas organizaciones partidarias lisa y llanamente de su desaparición.

Los pescadores europeos hace mucho que lideran en el mundo prácticas de pesca sostenible y, a través de los acuerdos pesqueros van extendiendo nuestros estándares por todo el mundo. Son ya protagonistas de esta transformación y quieren seguir siéndolo participando en las nuevas actividades que van a hacer crecer la economía relacionada con el aprovechamiento de nuevos recursos y nuevas fuentes de renta vinculadas al mar. Estas comunidades atesoran siglos de conocimiento que pueden transformarse en valor. Por eso hay que ayudarles a hacerlo.

Ya hemos visto en el ámbito de la protección del medio natural en la tierra cual es el resultado de dos formas de hacer. Las figuras de protección que se hacen sin contar con quienes viven en el medio fracasan y hacen un flaco favor a la causa de la sostenibilidad que se identifica con la imposición. Las que integran, funcionan mucho mejor, porque hacen a las personas decisivas para que el cambio progrese verdaderas protagonistas del mismo en vez de sujetos pasivos de una visión ajena.

Además de esta implicación del factor humano directamente concernido la progresión hacia la economía azul necesita conocimiento, ordenación y la vigilancia. El conocimiento es la base de la transformación en que están incursas hoy las actividades pesqueras tradicionales o las flotas que se descarbonizan y avanzan hacia la navegación autónoma “una oportunidad para las industrias tradicionales como la construcción naval. Además, da origen a nuevas actividades y productos que debe permitirnos convertir amenazas, como la contaminación por plásticos, en oportunidades. Unas en tierra generando nuevas actividades y productos que sustituyan a los principales contaminantes. Otras en el mar desarrollando técnicas de limpieza y recogida que ya comienzan a dar frutos. Y desde luego, la innovación es decisiva en el aprovechamiento sostenible de uno de los grandes recursos marítimos: la energía.

En ese ámbito he querido destacar el compromiso de Euskadi con la investigación sobre energía mareomotriz y he compartido la experiencia de la planta de Mutriku que alcanzó en 2016 un récord mundial al producir 1,3 GWh eléctricos vertidos directamente a la red general. Aunque en términos de cantidad esta es una cifra modesta ninguna otra planta de generación mediante ola había alcanzado estas cifras. También he elogiado que una comunidad ultra periférica como Canarias haya puesto en marcha el primer aerogenerador flotante tras liderar otras experiencias de sostenibilidad como la Gorona del Viento

La ordenación es fundamental para hacer previsible la transformación y para favorecer las colaboraciones entre distintos agentes bien sobre la base de la especialización inteligente, bien desde la proximidad. Finalmente, la vigilancia es muy importante para evaluar si lo que hacemos funciona y para corregir prácticas que no comulguen con estos valores de la sostenibilidad. A esos efectos considero que medios como los que gestiona la agencia europea de seguridad marítima pueden ser más efectivos que plantearnos constituir una agencia europea sobre los océanos.

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