SER VASCO IZAN. EL FRUTOS DE LA PACIENCIA Y DE LA NO VIOLENCIA
La pasada semana tuvimos ocasión de asistir en la delegación de Euskadi en Bruselas a la presentación del libro que la abogada Elixabete Bizkarralegorra ha dedicado a recoger un completo recorrido por la intrahistoria de la resistencia pacífica con que los vascos enfrentaron el Franquismo. Como la propia autora explicó la semana pasada en la sede del Gobierno vasco en la rue des Deux Eglises durante años ha parecido que frente a Franco solo existió el partido Comunista y E.T.A. Este libro profundiza y aclara otra verdad. Como explicó Elixabete la eclosión del nacionalismo vasco tras la dictadura, sus primeros éxitos electorales son imposibles de entender sin ese trabajo silencioso, clandestino y callado que evitó la desaparición de nuestra lengua y cultura.
Igualmente el libro (en dos tomos) permite seguir y entender el vigoroso movimiento, alimentado con importantísimas aportaciones del exterior, que permitió construir una cantera impresionante de personas formadas en los valores socio cristianos que permitieron contar con cuadros para formar los primeros gobiernos. La capacidad de gestión y clarividencia que mostraron aquellos equipos es la base del nacionalismo democrático vasco que conocemos hoy. Gracias a la editorial Utrisquae Basconiae y al esfuerzo económico de la propia autora ha sido posible editar este libro que prologa Mitxel Unzueta y cuyo ep¡ilogo corre a cargo del lehendakari Ibarretxe.
Elixabete, con el entusiasmo propia de quién ha dedicado años, desde la misma clandestinidad a guardar documentos, organizar una narración de aquel tiempo y recoger un centenar largo de testimonios para devolvernos la epopeya de aquellas mujeres y hombres que sufrieron la represión del franquismo por desarrollar actividades exclusivamente cívicas y democráticas, dedicó casi 90 minutos a desgranar los contenidos de los dos tomos que van a impedir que se pierda la historia de aquel gigantesco esfuerzo. Junto a él el ex consejero de Sanidad Ángel Larrañaga Bolinaga, el inventor del nombre “Osakidetza” para bautizar el servicio vasco de salud, aportó la visión personal de uno de tantos testimonios que recoge esta gigantesca obra. La verdad es que su aportación fue amena, lúcida y aportó ese tono de socarronería que le dio una gran autenticidad. En ese recorrido pudimos entender muchas de las trayectorias que se describen en esta obra cuyo título “Ser vasco Izan” sirvió de eje a Ángel para explicar su conexión con esta tarea de resistencia pacífica.
Estos días he podido profundizar en los contenidos de esta obra que adquirió allí mismo en la delegación del Gobierno vasco durante el acto de presentación. Me he encontrado con muchos nombres ilustres que han pasado a la historia por su aportación al País desde las instituciones democráticas. Esta obra nos devuelve además sus antecedentes, lo mucho que hicieron también en la cara oscura de la historia y lo poco que, hasta ah9ora, se ha conocido de esa trayectoria que explica muy bien tanto la capacidad que acreditaron en sus misiones institucionales como su rechazo radical a la violencia de E.T.A. que tanto mal ha hecho a la sociedad en su conjunto, a las víctimas en particular y a la normalidad política e institucional de Euskadi. Repasando estos episodios y aportaciones, el valor que tienen, su influencia en nuestra reciente historia y los frutos que ha dado esta actividad pacífica creo que el libro es también un valioso testimonio para quienes tomaron otro camino. Basta con comparar balance.
En efecto, Euskadi era, a finales del franquismo, una ruina industrial. Hubo quienes se empeñaron, desde que recuperamos parte de nuestras capacidades de autogobierno, en construir, en poner los cimientos de una economía, un sistema productivo, un sistema de protección social, educativo y sanitario que convirtiese la experiencia de ser vasco izan en algo que merece la pena. En treinta a os pasamos de disponer de un 70% de renta sobre la media europea a disponer del 130, de índices de paro de más de 20% a nuestra actual 12 tras la peor crisis que se recuerda en décadas y a un nivel de desarrollo humano que coloca a Euskadi (es un índice de las naciones Unidas) en el quinto puesto entre las nacionalidades del mundo.
Quienes optaron por la violencia se empeñaron en lo contrario, en romper, en destruir, en matar, en extorsionar, en atacar bienes públicos que eran expresión de este modelo social que hoy es una referencia en Europa. Sus atrocidades obligaron a efectuar costosísimas operaciones de seguridad que detrajeron recursos fundamentales para seguir desarrollándonos y, sobre todo, segaron cerca de mil vidas humanas. Hoy cuando los autores de esta “aportación” al país se miran las manos no solo las encuentran vacías de aportación alguna. Además las ven sucias. Asumir las maldades que propiciaron su intolerancia en unos casos y su cobardía en otros es una tarea muy difícil. Requiere seguramente tiempo y distancia. La misma que separa el trabajo pacífico y democrático que se describe en el libro de Elixabete y los frutos que ha dado de la indecencia con que algunos de los autores de tanta trapacería siguen tratando de blanquear hoy su estéril pasado.
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