UN IMPULSO EUROPEO PARA LAS EMPRENDEDORAS Y LAS AUTÓNOMAS.
Hoy hemos aprobado otro de esos informes que marcan la posición del parlamento Europeo en cuestiones candentes y ofrecen pistas a la Comisión Europea sobre la posición que puede encontrarse la comisión cuando remite aquí una propuesta legislativa. Hemos hablado sobre desigualdad entre hombres y mujeres en torno a las dificultades que las mujeres emprendedoras encuentran en el desarrollo de sus actividades. Los pocos datos existentes al respecto son preocupantes.
Como se recuerda en la exposición de motivos de la iniciativa, en cuya tramitación he representado a mi grupo parlamentario, las diferencias entre hombres y mujeres siguen siendo evidentes por lo que respecta a las carreras empresariales; de todos los ciudadanos que en 2012 trabajaban por cuenta propia en la UE-28, solo el 31 % eran mujeres. Estas cifras están confirmadas por las preferencias de los ciudadanos europeos en materia de empleo: según un Flash Eurobarómetro de 2012, las mujeres prefieren trabajar por cuenta ajena en mayor medida que los hombres (63 % frente a 53 %) y los hombres prefieren trabajar por cuenta propia en mayor medida que las mujeres (42 % frente a 33 %). Los hombres tienen más tendencia que las mujeres a considerar el trabajo por cuenta propia como una alternativa viable y, efectivamente, se decantan más que las mujeres (29 % frente a 17 %) por crear, adquirir o planear crear una empresa. Así pues, es probable que las mujeres emprendedoras, en el momento de crear una empresa, tengan menos experiencia que los hombres.
Las mujeres crean sus empresas generalmente en sectores relacionados con la salud humana y el trabajo social, así como con la educación, mientras que los hombres optan más frecuentemente por sectores tales como la construcción, el transporte y las TIC. Teniendo en cuenta que la mayoría de estos sectores se caracterizan por tasas de emprendimiento más elevadas y que todos ellos tienen un mayor valor añadido económico, no es de extrañar que los ingresos netos de las mujeres emprendedoras fueran, en 2012, un 6 % más bajos que los de los hombres. Además, las empresas de las mujeres siguen siendo más pequeñas, ya que el 23 % de las mujeres emprendedoras de la UE-28 son empleadoras, frente al 30 % de los hombres.
Aparentemente las razones de las mujeres europeas para dar un paso hacia el emprendimiento son también diferentes; a menudo afirman que lo hacen por necesidad, ya que el emprendimiento les ofrece la oportunidad de conciliar el trabajo con la prestación de cuidados —por ejemplo el cuidado de sus hijos o de ancianos— y les permite trabajar más fácilmente desde casa. Para reforzar este argumento, los datos demuestran que el 30 % de las mujeres emprendedoras trabajan a tiempo parcial, frente al 12 % de los hombres.
Por eso en este debate he empezado destacando que el emprendimiento, el autoempleo, la actividad de los y las llamadas “autónomos” es otro aspecto de la actividad económica marcado por la desigualdad. Igualmente he abogado porque las instituciones europeas, estatales, regionales y locales establezcan una acción coordinada para eliminar las dificultades adicionales que las mujeres emprendedoras y autónomas encuentran, por serlo, para desarrollar este tipo de actividades económicas. Necesitamos más y mejores estadísticas, más datos sobre estas diferencias a nivel europeo para acertar en el diagnóstico y en las medidas de apoyo.
De acuerdo con los datos disponibles, parciales aún, las mujeres consideran la idea de “ponerse por su cuenta”, menos atractivas que los hombres, las desarrollan con peores condiciones de financiación y en general en sectores de menor valor añadido. Deben superar además más problemas de conciliación y personales con lo que la aportación femenina en este ámbito no aprovecha todas las potencialidades existentes y perdemos talento y oportunidades. Cada vez admiro más a personas como mi peluquera que demuestra cada día el arrojo, el esfuerzo y la innovación con que consigue mantenerse en la brecha. Porque es mujer, porque trabaja en un sector que se considera “menor”, porque afronta todos estos problemas que jamás tendría un emprendedor masculino y porque demuestra cada día que de sector menor nada. Dedica todos los días mucho esfuerzo y formación a ser la mejor, a pensar en cómo seguir mejorando y que a base de ese esfuerzo mantiene un buen número de puestos de trabajo.
Por esas razones hay que sistematizar y recoger datos que nos permitan mejores diagnósticos, políticas específicas en educación, financiación, conciliación y orientación que enfrenten los problemas más evidentes y seguir combatiendo estereotipos. El primero es pensar que la desigualdad solo nos perjudica a las mujeres. Ese es el primer error, porque con la desigualdad, perdemos todos.
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