VIAJE A NINGUNA PARTE
Estos días se habla con toda naturalidad en toda Europa de los procedimientos que van a aplicarse en los próximos años para resolver las tensiones territoriales que están haciendo aflorar movimientos secesionistas o autodeterministas en diversas regiones del continente europeo. El fenómeno más espectacular, por la civilidad que rezuma es el acuerdo alcanzado entre el primer ministro Británico David Cameron y el premier escocés Alex Salmond para organizar el referéndum sobre la independencia de este reino en el año 2014.
Ayer lunes era además día de resaca de las municipales belgas en las que la nueva alianza flamenca, el NV-A se hizo con la alcaldía de Amberes, que es la capital económica del país y la ciudad más importante de Flandes. Este partido, ganador igualmente de las generales belgas hace tres años y excluido de la alianza de seis partidos que forman el gabinete federal belga, se apresuró a anunciar que promoverá la sexta reforma del estado. Su posición de partida, la defensa de una confederación belga entre Valonia y Flandes. El NV-A es una formación que admira el Concierto Económico.
Mientras estos acontecimientos se observan con plena normalidad en las opiniones públicas de los estados afectados y en las instituciones europeas, en España la propuesta catalana de celebrar una consulta para medir cuantas personas apoyan que Cataluña tenga derecho a decidir han incendiado una vez más el panorama político y mediático. Y en el combustible y la yesca que prendieron y alimentan ese incendio están bien claras las causas del problema.
Creo que una buena parte de las elites gubernamentales, judiciales, políticas y mediáticas de España tienen pendiente el esfuerzo de tratar de conocer de verdad lo que es Euskadi o Cataluña. Las peculiaridades culturales y lingüísticas que adornan ambas comunidades o la comunidad gallega, que deberían ser motivo de orgullo y objeto de estudio y conocimiento, chocan con una profunda incomprensión que a mi nunca ha dejado de sorprenderme. Aún recuerdo al presidente de un parlamento autonómico, teóricamente con formación, con cultura política, que me dijo que el euskera, mi lengua materna, era simplemente intento de buscar diferencias artificiales entre Euskadi y España (literal). Mientras le parecía una misión digna del mayor apoyo y consideración, recuperar, promover y practicar políticas de discriminación positiva del castellano en Puerto Rico, asunto que a mi también me parece del máximo interés como lo es, sin duda hablar una lengua que compartimos en el mundo con otros 500 millones de personas.
Con las cuestiones económicas ocurre tres cuartas partes de lo mismo. Cataluña y Euskadi han sido tierras de promisión para muchos ciudadanos de otras comunidades españolas que no encontraban un futuro en ellas. Miles de familias andaluzas, extremeñas, etc. son ahora también vascas o catalanas porque apostaron por construir aquí su vida, encontraron una oportunidad y han desarrollado aquí capacidades y aptitudes que no pudieron hacer valer en sus lugares de origen. La riqueza creada ha permitido también la solidaridad y aportado al desarrollo de toda España. Mientras en ambas nacionalidades se considera que la contribución de estos nuevos vascos ha sido fundamental para explicar el despegue económico de esas dos naciones, en España continúa con el discurso de las maletas, el discurso del miedo sobre las pensiones o incluso hasta se roza el ridículo hablando de «devoluciones de personas» como si las personas fuesen propiedad de alguien o de algo. Y estos son los «constitucionalistas».
Pero es que el discurso en general sobre lo vasco o lo catalán en España ha sido durante años de desprecio cuando no de insulto. Inolvidables las recopilaciones que firmaba mi admirado Javier Vizcaino en su mítico «cocidito madrileño» e increíble que semejante colección de delitos (injurias, calumnias, etc.) jamás hayan dado pie a un solo proceso penal para poner coto a tanto desafuero. Y jamás hemos escuchado palabras de elogio para, por ejemplo, el resurgir de la economía vasca en las más difíciles condiciones, con ETA matando y extorsionando y partiendo hace solo treinta años de un país en ruina y con un 25% de paro. Una evolución sin parangón en el estado, fruto de unas políticas propias, financiadas desde aquí y del trabajo y esfuerzo de todas y todos los vascos, los que estaban y los que vinieron para quedarse. Así que consideran que el Concierto que es un sistema de riesgo (si recaudo tengo, si no no) que excluye expresamente el rescate por parte del estado y que te obliga a priorizar se vende en España como un privilegio y algunos indocumentados hablan del «cuponazo» como si el trabajoso ajuste que requiere el cálculo del cupo fuese fruto de un juego de azar. Lo mismo cabe decir del déficit fiscal catalán. Es clamoroso. Ha sido reconocido por la propia hacienda estatal. Pero tratar de restaurar un mínimo equilibrio resulta innegociable. Mientras cualquiera que se pasee por Barcelona es incapaz de entender como un país con ese dinamismo puede estar en quiebra.
Pero todo lo que es susceptible de empeorar puede hacerlo. Me ha tocado varias veces recordar en este parlamento el dolor de las víctimas y condenar cada atentado terrorista. Pero también los quebrantos que, en nombre de la lucha antiterrorista, han sufrido en el país vasco las libertades fundamentales. Una práctica que ahora afecta también a Cataluña. Porque es del aquella etapa del pensamiento único, la etapa de la vergüenza en que condenaron a la mesa del Parlamento vasco por cumplir el reglamento de la cámara, la etapa en que cerraron Egunkaria y en que se produjeron tales irregularidades en el proceso que ahora España recibe condenas por no investigar delitos de torturas, la modificación del código penal vía Aznar, Minchavilla, Astarloa y compañía para convertir en delito la convocatoria de un referéndum. En vano se amenaza ahora a Mas con ella porque el President habla siempre de consulta y porque por muchas vueltas que le den, eso es perfectamente legal salvo que una vez más cambien corriendo las leyes que les parezca o hasta la Constitución.
Ese es el problema. En vez de acercarse, en vez de hablar, en vez de comprender, el camino con que se inició el proceso autonómico, loapizar. Ese es el espíritu. Y por ahí no se va a ninguna parte.
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