HISTORIA DE UNA PARADOJA

Este fin de semana ha sido tiempo de reflexión. Por una parte me ha tocado realizar una entrevista en ETB que me ha servido para repasar cuál es la situación de las regiones en la construcción europea y compartir con las y los teleespectadores cómo se ven y se viven los movimientos que es están produciendo en Euskadi en torno al final de la violencia. Se han producido además en estos días algunos hechos, como la absolución de los miembros de la Udalbiltza organizada por la autodenominada izquierda abertzale, que nos recuerdan algunas de las paradojas de los tiempos que hemos vivido.

 

Leyendo esta sentencia, como ocurre cuando se repasa la de Egunkaria, se comprueba con que grado de arbitrariedad y con que falta radical de fundamentos jurídicos se instruyeron macrocausas en el pasado en las que se imputaba a decenas de personas. Y lo que es más grave: no se te ocurriese criticar esa evidencia, patente desde el primer momento de la instrucción, porque eras acusado o acusada de filoetarra. Ahora que las cosas comienzan a volver a su sitio, ahora que parece querer recuperarse el principio de la responsabilidad penal individual y la necesidad de acreditar hechos y no juzgar intenciones o pensamientos, convendría recordar algunas de las críticas que recibimos por oponernos a tanto desmán. Por no hablar de las paradojas que descubre el llamado «caso del espionaje» en el que uno de los testigos citado por el juez reconoció en sede judicial que se dedicaba a espiar a Ibarretxe.

 

Como mi campo de juego está ahora aquí, en Bruselas y Estrasburgo, esta semana me he dedicado a tratar de rebajar los prejuicios y los miedos que la campaña a favor del pensamiento único que inició Aznar y siguieron los socialistas ha provocado en Europa. La misma por cierto que me hace ahora sonreir cuando veo a los mismos que hace dos años trataban de impedir cualquier contacto institucional de Ibarretxe con autoridades internacionales y hasta desaconsejaban viajar a Euskadi, afanándose en campañas turísticas.

Incluso remití el texto a la vicepresidenta de la comisión y comenté con algunas y algunos parlamentarios el pudor y, porqué no decirlo, la prevención con que enfrentaron mi petición de que, antes de que saliese esta sentencia, apoyasen a los encausados mediante la simple firma de un manifiesto que decía lo inocultable: que lo de Egunkaria fue una torpe arbitrariedad.

 

Entonces me encontré con algunos, pocos, que firmaron. Otros decían apoyar el contenido del papel pero manifestaban sus reservas porque todo lo que huele a ETA, lo que asocian con ETA, ahuyenta. Los más aludían al hecho de que ese era un caso fruto de la aplicación del derecho interno español y que ellos solo se movían cuando estaban en juego vulneraciones de principios o preceptos contenidos en normativa comunitaria. Esa fue también la respuesta de la comisaria Reading que se manifestaba en la carta expresa defensora de la libertad de expresión.

 

Se ve que una cosa es repicar y otra dar trigo, porque la semana pasada el presidente de turno de la unión, el húngaro Viktor Orbán se enfrentó a una tremolina de primer orden por los contenidos de la ley que se ha aprobado en su país para regular el funcionamiento de los medios de comunicación. Presentaba el programa de la presidencia húngara y hubo quienes dijeron que no debería ocupar ese cargo rotatorio por sus ataques a la libertad de expresión. Otra vez las mismas dos varas de medir que he denunciado alguna vez. Aquí se criticaba, sin duda alguna, un ordenamiento interno y no hay por el momento sentencias como la de Egunkaria que digan cosas tan tremendas como las que escribió en su día el juez Gómez Bermúdez. Os recuerdo que además de descalificar de arriba abajo al instructor y los controles judiciales sobre la instrucción y los detenidos recordó que la causa inquisitorial contra un pequeño periódico se utilizó para mezclar el euskera con la violencia. Grave error, el mismo  que hoy vuelve a cometer el lehendakari López en su intervención ante un consejo asesor del euskera reforzado con euskaltzales reconocidos como el inefable Jon Juaristi.

 

 La paradoja vivida el pasado miércoles me sirvió para enviar un escrito a todos los que solicité la firma, algunos de los cuales participaron activamente en la zapatiesta y recordarles que un caso flagrante, grave y sin posible reparación que se ha producido en Europa contra la libertad de prensa es el cierre de Egunkaria. También les decía que me hubiese gustado que tuviesen ante él la misma actitud que ahora ante la ley húngara de prensa. Me ha alegrado recibir, ahora si, un elevado número de disculpas y reconocimientos que auguran que, en adelante, se va a acabar la carta blanca con la que han jugado los sucesivos gobiernos de España y algunas autoridades judiciales en estos asuntos.

 

No se porqué me malicio que no ocurrirá lo mismo con algunos de los exégetas de cabecera del actual Gobierno Vasco. Están un poco verdes para reconocer que han dado y siguen dando cobertura a algunas de las chapuzas jurídicas y democráticas más graves y pintorescas de las que han ocurrido en Europa en los últimos años.

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Comentarios (3)

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  1. Lexuri dice:

    sigue así Izaskun, a ver si va mejorando el trato y las respuestas que recibimos de europa. Haces un gran trabajo

  2. Juanan dice:

    Acabo de oir a Inigo Urkullu en Onda Vasca pidiendo una rectificacion. Es lo minimo.
    Sigo realmente asombrado ante la desverguenza de este gobierno. Sobre su falta de nivel hace tiempo que me quede ya sin palabras.

  3. Cesar dice:

    Estan zumbaos y son torpes. Riete tu de la que acaban de montar con el Eustat porque, como hacen todos los organismos estadísticos serios del mundo ha corregido sus estimaciones cuando le han llegado los datos de verdad. Y estos cretinos hablando del «caso Eustat». Lo del consejo asesor del euskera tiene también su gracia. hay allí metidos unos personajes que para que. Jon Juaristi ese titán del conocimiento y la ciencia famoso por su incompetencia (vease el Caso Biblioteca nacional), etc… El problema es que el bigarrenari este es del mismo nivel.

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