MAS EUROPA
Sigue el pleno en Estrasburgo y hoy con debates también de alto interés. Para empezar el presidente Barroso ha hecho hoy su discurso del Estado de la Unión, lleno de buenas palabras, de buenas intenciones pero lastrado por la cruda realidad. Es muy necesario disponer de una estrategia económica común para hacer frente a retos globales como el de la reciente crisis financiera. Todos coincidimos en ello. Pero cuesta un mundo mover a algunos estados para que abandonen sus posiciones cortoplacistas. En economía o en política exterior. Y esos son dos campos en los que necesitamos más Europa, más comunidad.
El otro día os contaba lo que ha pasado hasta que se ha conseguido firmar el acuerdo parea la supervisión financiera, el primer escalón de lo que aquí llaman gobernanza económica global. Pero podríamos hablar de otras cosas. Por ejemplo de la «estrategia 2020» un plan escrito que contiene los objetivos y procedimientos que plantea la comisión para convertir Europa en la economía más competitiva del mundo. El documento ha pasado por el consejo y la comisión, los estados conocen su contenido, pero…
Una de las claves de este plan es la importancia que se le da al gasto público para apoyar la investigación, el desarrollo y la innovación. Se declara el conocimiento como fuente de competitividad de la nueva economía y se vincula a cuestiones como la que acabo de citar o al gasto público en educación. Por eso, conscientes de que una cosa son las palabras y otra los hechos, en el partido decidimos que había que repasar como estaba la situación. Por eso preguntamos, si después de aprobarse la estrategia 2020 la crisis había influido en los presupuestos de innovación de cada estado. Aquí tenéis la respuesta.
Por eso hoy le hemos dicho a Barroso que o nace un liderazgo europeo que favorezca el cumplimiento de estas directrices o estamos perdidos. Y en política exterior ocurre lo mismo. No participamos en buena posición en casi ninguna de las cuestiones de más rabiosa actualidad. Pensad, por ejemplo, en las ayudas de emergencia para Pakistan, en las retomadas negociaciones de paz entre Israel o Palestina o en el estatus que tiene de momento la unión Europea en las Naciones Unidas y sus principales órganos, como el Consejo de Seguridad. Y le hemos recordado que hay fórmulas que funcionan. La presidencia permanente, por ejemplo, ha tenido un papel estelar en el arbitraje entre estados para el acuerdo de supervisión financiera.
Pero también le hemos hablado de la construcción de Europa desde dentro, desde abajo y le hemos recordado dos asignaturas pendientes. La primera es el mal funcionamiento de las previsiones incluidas en el tratado para abrir la comunidad a la participación regional, con una misión concreta, el control del llamado principio de subsidiariedad. Y además le hemos pedido que apueste de manera más clara por la voz de la gente. He realizado varias preguntas sobre los mecanismos que emplea la comisión para animar a la ciudadanía a participar y creo que hay que repensar el procedimiento. Porque cada vez que me acerco a un sector, a una persona, me transmite su interés por aportar y participar en los asuntos públicos incluso a nivel europeo. Y este interés choca con los pobres datos que suelen cosechar los procesos de consulta que se ponen en marcha en Europa para los más diversos temas. A ver que ocurre con la Iniciativa Ciudadana Europea.
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