OJO CON EL POPULISMO

Ayer tres diputadas de ALDE, Corinne Lepage, Jens Rohde y yo organizamos en Bruselas un seminario sobre las legislaciones que se están poniendo en marcha en varios países europeos para regular el uso de las vestimentas musulmanas tradicionales. Algunas de ellas plantean dos problemas. Por una parte, desde nuesta mentalidad occidental colisionan con nuestra concepción de la libertad individual y la dignidad de las personas. Por otra parte el anonimato que algunas de estas prendas, como el burka, puede llegar a comprometer la seguridad pública. Además otros pensadores incorporan una tercera nota: El significado religioso que tales atuendos transmiten y propagan en el marco de una sociedad, como la europea, predominantemente laica.

Este es un tema fácil para la demagogia y el populismo. En las recientes elecciones holandesas tenemos un ejemplo con el éxito del partido “anti musulmán” que ha hecho bandera de la prohibición de estos atuendos. En nuestra realidad estatal estamos asistiendo a regulaciones incluso de nivel municipal sobre este asunto y en Europa hay países como Francia o Bélgica que tienen aprobadas o en fase de aprobación leyes muy restrictivas hacia el uso de esas prendas.

Del seminario saque varias conclusiones. La primera es que este asunto requiere reflexión, tranquilidad y sosiego. Si algo le va mal es el debate superficial y las ocurrencias. Necesitamos conocimiento de qué son, qué significan y cómo son estas prendas. Nosotras mismas al hacer el cartel del evento nos equivocamos. Queríamos poner un Burka y pusimos otro tipo de prenda ya que existen el niyab, niqab, shayla, chador, etc. Algunas son mucho menos agresivas y peligrosas, desde la perspectiva de la seguridad pública y de la dignidad de quienes las llevan, que algunas modas de ciertas tribus urbanas perfectamente occidentales que tienen además cierto carácter sectario. Si quieres integrarte hay que vestirse así.

Además deberíamos asomarnos al asunto con un poco más de humildad. Europa ha avanzado mucho en materia de igualdad, pero hay mucho que hacer aún. Ponerse en la posición de dar lecciones a decretazos ha provocado que en la vieja Europa se disparen las ventas de todo tipo de prendas tradicionales musulmanas. Y para eso nada mejor que contar con las afectadas, hablar con ellas y saber como viven su relación con este tipo de prendas y qué significan para ellas. Hay mujeres musulmanas que las llevan por propia convicción. Otras para destacar que pertenecen a una comunidad cuya identidad quieren mantener. En todo caso las utilizan voluntariamente. Una prohibición genérica puede llevar a que personas con esta sensibilidad sencillamente se queden en casa porque no quieren salir sin esa seña de identidad. Otras llevan estos pañuelos por simple fe, algo que me recuerda a las famosas mantillas con las que aún hay que ir a misa o a determinadas ceremonias en muchos sitios.

 

Hay que analizar también el contexto en el que se utilizan estas prendas. No es lo mismo las mujeres afganas que llevan burkas por obligación en un medio en el que además la cultura dominante considera lógica la discriminación de la mujer que enfrentarse a este fenómeno en un entorno en el que existen claros espacios para la rebelión y la libertad.

 

Tampoco hay que confundir la utilización de las prendas con los musulmanes o el islam, como quedó claro en la conferencia de ayer. Por eso saqué la conclusión de que lo mejor es la reflexión, la moderación, el diálogo con las afectadas y la progresiva construcción de redes y espacios de emancipación en los que cualquier mujer que se vea obligada a utilizar estas prendas pueda encontrar ayuda suficiente. Y crear soluciones compartidas y garantistas para las mujeres no vaya a ser que en nombre de la igualdad y la integración adoptemos medidas perjudiciales.

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