EXPERIMENTOS QUE SALVAN VIDAS
El Parlamento europeo ha tramitado esta tarde una iniciativa ciudadana que aboga por “una Europa sin experimentación con animales”. La propuesta ha recibido cerca de un millón y medio de apoyos, firmas de otros tantos ciudadanos residentes en los 27 estados de la Unión, aunque no superó el umbral de firmas necesarias en Chipre, Estonia, Grecia, Lituania, Luxemburgo y Eslovenia. La iniciativa se refiere específicamente a los experimentos relacionados con la cosmética, pero propone una supresión gradual de la experimentación con animales en la Unión que ha generado una vigorosa reacción en buena parte de la comunidad científica que se dedica específicamente a la gestión de este tipo de procesos.
A mí, la verdad, en estos temas no me suelen gustar los paños calientes. La propuesta en su día ya me sorprendió porque la Unión Europea fue pionera hace más de diez años en elaborar y aprobar una normativa para impedir que estos experimentos con animales fuesen utilizados en campos como la cosmética que no son, ni mucho menos, productos de primera necesidad para la salud de nadie. De hecho, esa norma está en vigor y hoy en la UE no se pueden vender cosméticos en cuya elaboración se haya realizado experimentos en laboratorio con seres vivos.
Pero, claro cuando se lee la letra pequeña de la propuesta se encuentra el problema. La iniciativa ciudadana, con la siempre amable imagen de evitar el maltrato animal, desliza una propuesta de mayor cuantía: prohibir la experimentación con animales de laboratorio para fines científicos. Recogiendo el sentir de asociaciones como la EARA que reúne a las principales organizaciones de profesionales del sector he tenido que recordar que eso es una línea roja para la ciencia y sus profesionales hacen un esfuerzo continuado por encontrar alternativas y cumplir todas las normas en vigor sobre bienestar animal en los laboratorios. Porque los experimentos que se quieren prohibir, salvan vidas. Por eso he expresado mi rotunda oposición a que se avance por ese camino.
El argumento no es nuevo y está en línea con otras intervenciones ante este tipo de propuestas que suelen estar más basadas en la ideología que en la ciencia o la tecnología. Recuerdo por ejemplo la de la prohibición de motores de combustión en Europa para 2035 o el follón que se armó con la taxonomía de las inversiones. Me temo y malicio el que se puede formar mañana con la Ley Europea de restauración de la naturaleza que tiene algunos conceptos indeterminados que la convierten en un instrumento resbaladizo. Y que, desde luego para la pesca europea, persiste en los errores por lo que viene deslizándose hace años la DG Mare.
Por eso he manifestado mi completo rechazo al contenido de esta iniciativa y he abogado por contestarla desde la transparencia, y los criterios con los que trabajan los profesionales de la ciencia. Organizaciones como la ya mencionada EARA o su sección que funciona a nivel de estado (SECAL) promueve en todo el continente el cumplimiento a rajatabla las normas de bienestar aplicables a los animales de laboratorio. Practican además el código de las tres erres: reemplazo, reducción y refinamiento de los procedimientos, fomentando el uso de métodos alternativos.
Cuando no hay alternativas resulta obvio que la experimentación con animales de laboratorio debe continuar. Especialmente si se atiende a iniciativas como “Compromiso por la ciencia”, impulsada por el Consejo Europeo del Cerebro, que nos pide apoyo para la investigación sobre las enfermedades neurodegenerativas y psiquiátricas. Recordemos, con la comunidad científica que la experimentación con animales de laboratorio ha salvado y seguirán salvando vidas. Entre ellas, sin ninguna duda, las de personas que con su mejor voluntad han podido firmar o apoyarían esta iniciativa ciudadana sobre el uso de animales para la ciencia.
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