LEALTAD EN EL ACUERDO DE PESCA SOBRE EL BREXIT Y NO MAS RECORTES TRAS EL PERIODO TRANSITORIO
El parlamento europeo ha debatido esta tarde un informe que pasa revista a los resultados hasta ahora del acuerdo de pesca entre la Unión y el Reino Unido tras el Brexit. En el periodo transcurrido desde la firma del acuerdo se han puesto de manifiesto las diferencias de interpretación entre las partes que permiten pronosticar nuevas dificultades tras el periodo transitorio que concluye en 2026. El informe recuerda, además, los múltiples intereses creados en la explotación de los recursos del mar del Norte, el mar de Irlanda y el océano Atlántico que no dependen únicamente del acceso a las aguas británicas o de la Unión por parte de los buques procedentes de ambos lados del canal ni del acceso mutuo al mercado.
La retirada del Reino Unido también ha alterado las relaciones bilaterales con otros terceros países vecinos y ha tenido otros efectos adversos inicialmente imprevistos. El debate ha insistido en la necesidad de que la lealtad presida las relaciones entre todas las partes interesadas para no perjudicar la sostenibilidad de los recursos.
Yo, visto lo visto, los bandazos propios del premier británico, muchas veces fruto de su necesidad de ofrecer impactos positivos sobre los efectos del Brexit a su ciudadanía, he apostado por un cumplimiento leal del acuerdo de pesca con el Reino Unido y por poner coto a nuevas “sorpresas tras el periodo transitorio. No se puede andar cada día poniendo nuevas y peregrinas condiciones no incluidas en los textos. Creo que debemos exigir, vivido lo vivido, que no haya nuevos recortes de cuotas tras el periodo transitorio que concluye en 2026. Los ecosistemas se llevan mal con la división de aguas territoriales. Las aguas del atlántico forman un ecosistema coherente y sus recursos solo pueden gestionarse bien si la sostenibilidad y los mejores datos científicos son la base de planes de gestión a largo plazo de las pesquerías de todas las especies.
Desde luego la existencia del acuerdo ni la ejecución del Brexit pueden poner en tela de juicio una verdad biológica aplastante: Las aguas del atlántico forman un ecosistema coherente. Sus recursos pesqueros deben gestionarse de manera sostenible, mediante el acuerdo, las relaciones de confianza que convienen a todos los paises ribereños y con el rigor que permiten y al que obligan los datos científicos que existen sobre el estado de los stocks.
Por eso apuesto por seguir utilizando desde el espíritu de buena cooperación organismos científicos como el ICES y de gobernanza como la comisión de pesca del atlántico noreste. Nos une, además una historia común, unos procedimientos, tratados internacionales en vigor, una cultura de respeto al estado de derecho, el respeto a la independencia de las partes y espero que el deseo de mantener las relaciones con el reino unido en términos de acuerdo y concordia.
Para mantener este espíritu de relaciones y colaboración es en consecuencia imprescindible que la flota europea no sufra reducción es de cuotas tras el periodo transitorio que acaba en 2026. Si queremos seguir obrando con cordura y racionalidad hay que basarse en datos fehacientes y recordar que la sobre explotación y las diferencias artificiales pueden conducir a la debacle a nuestro sistema alimentario. Necesitamos que la colaboración científica se refuerce, que los datos objetivos sobre el estado de los stocks sean la base de un sistema de gestión a largo plazo de la pesca en la zona y que pongamos en marcha, con la experiencia cumulada en estos años, nuevos mecanismos para enfrentar la desestabilización que el Brexit ha producido en el sector pesquero europeo que se asoma al Atlántico.
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