VALORES, TRANSPARENCIA Y GARANTÍAS, VACUNA CONTRA LA «NEGLIGENCIA ARTIFICIAL»
El Parlamento Europeo ha dedicado esta tarde parte de su orden del día a plantear un debate sobre la regulación de los servicios digitales en la que tenían cabida tres informes de iniciativa dedicados a la Inteligencia artificial. El primero se cetra en aspectos éticos a observar en la aplicación de esta tecnología. Los otros dos se dedican a la protección de la propiedad intelectual de los creadores de ese tipo de servicios y al delicado problema de la responsabilidad civil por hechos en los que la aplicación de la inteligencia artificial tuviese una influencia decisiva.
Yo he aportado a este debate un término: la negligencia artificial, con el que he pretendido describir el resultado que pueden tener los abusos que ya se cometen en el diseño de algunos algoritmos que controlan los contenidos y la circulación de mensajes por ejemplo, en determinadas redes sociales. Frente a esa amenaza cabe recordar que solo las personas pueden garantizar que valores como el humanismo, la solidaridad, el pluralismo o la democracia inspiren los algoritmos y programas con que se aplica la inteligencia artificial. Por ello he defendido valores, transparencia y garantías deben ser los ingredientes para vacunar Europa contra esa posible pandemia de “negligencia artificial”.
Esos son los principios, pero ahora toca convertirlos en normas. Y en este tema es particularmente clave hacerlo con legislación clara, sencilla, flexible y común. Una norma que, como ya hemos aprendido que puede ocurrir en otros sectores, no debe lastrar la competitividad de la Unión en el mundo y debe estimular una intensa actuación local.
A mí me ha tocado trabajar en este tema como vocal de la Comisión de Transporte y Turismo, que ha redactado una de las opiniones que han enriquecido estos tres informes aportando la visión de un sector, el de la movilidad, que vice ya una auténtica revolución. Por eso es imprescindible reconocer el carácter estratégico que el desarrollo de la computación, del big data y de los algoritmos han otorgado a la Inteligencia Artificial. Pero solo las personas podemos garantizar que valores como el pluralismo, la solidaridad y la democracia, nos vacunen contra los errores y abusos que pueden convertir esta oportunidad en una pandemia de “negligencia artificial”.
Por eso los valores que contienen estos informes deben ser la base de la legislación clara, sencilla, flexible y común, que necesitamos. Una legislación que no perjudique la competitividad de nuestros emprendedores en el mercado global, evite la fragmentación, controle los procesos de generación y funcionamiento de estas herramientas, detecte riesgos y corrija disfunciones mediante la evaluación permanente y garantice una participación estructurada de las y los usuarios en estos procesos de control de los nuevos servicios basados en esta tecnología.
A pocos días de que la presidenta Von der Leyen subrayase el papel regional en la puesta en marcha del plan de recuperación y resiliencia y citase a Euskadi como modelo de innovación, me ha parecido especialmente oportuno insistir en que estos planes globales para la Inteligencia artificial deben animar una intensa actuación local. En Euskadi hay ya un plan para coordinar y conocer mejor las capacidades tecnológicas, atraer y promocionar talento y apoyar el intra emprendimiento y la creación de nuevas empresas. Así, aportando conocimiento y valor al sistema industrial local ese impulso local puede y deben ayudar a la Unión a ganar competitividad global.
Que este paquete legislativo sea simple y claro no significa que no sea complejo. Las leyes que van a regular la aplicación de esta tecnología en la Unión, deben de contener principios éticos para prevenir sesgos en los algoritmos clarificar aspectos industriales, y jurídicos y establecer fórmulas para determinar y depurar la responsabilidad civil derivada de hechos en los que la influencia de la inteligencia artificial sea clave.
Recordando mi condición de vocal en la Comisión de Transporte del Parlamento Europeo, esta cuestión de la responsabilidad civil, con realidades como la conducción autónoma en ciernes, es un aspecto crucial en el ámbito de la movilidad. Pero, no todo es tecnología. Sin inversión en infraestructuras para que los datos se recojan y circulen adecuadamente la tecnología no bastará. Desde la Comisión de Transporte apostamos por la inteligencia artificial para poner en marcha servicios integrados, mejor adaptados a los usuario y más verdes. Pero los cambios que vienen exigen una visión holística del transporte urbano e interurbano e innovación y formación para consolidar los nuevos oficios que demanda ya la movilidad inteligente.
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