LO MEJOR ES ENEMIGO DE LO BUENO
El Parlamento ha debatido y votado esta mañana el reglamento que fija este porcentaje de reducción de emisiones para furgonetas y coches en el 100% para 2035 respecto a las emisiones que estos vehículos producían en 2021. La medida supone de facto prohibir la venta de vehículos de combustión en la Unión para 2035. Yo he sido ponente de la opinión que la comisión de transportes y turismo del Parlamento entregó a la de medio ambiente para participar en el debate sobre esta propuesta del gobierno comunitario. En su primera redacción el gobierno comunitario fijaba también en un 90% el porcentaje de reducción de emisiones para 2035 y esa es la propuesta que yo he defendido ante el pleno. El parlamento finalmente se ha decantado por fijar en el 100% la reducción de emisiones por 340 votos contra 279 y 21 abstenciones.
He apostado por esta idea porque creo que mantener en un 90% el objetivo de reducción de emisiones para furgonetas y vehículos particulares para 2035, favorece la neutralidad tecnológica de la transición energética, conecta mejor con las previsiones de los técnicos y la industria y permitirá cumplir igualmente los objetivos de neutralidad climática que se ha fijado el pacto verde europeo para 2050. Por estas razones he rechazado el acuerdo que fija ese porcentaje en el 100%. Este porcentaje incorpora un determinismo tecnológico que no tiene en cuenta, ni reconoce, ni apoya las fortalezas que tiene la Unión para seguir liderando en el mundo la transición hacia la neutralidad climática que todos compartimos.
El maximalismo siempre me parece mal, pero en temas en los que hay de por medio documentadas opiniones técnicas y una trayectoria y tecnología que ha demostrado su madurez, me parecen todavía peor. La industria europea en general está totalmente comprometida con la transición climática y en particular los técnicos de la energía y la automoción. Durante décadas han sido capaces de progresar en varios campos de trabajo para construir vehículos cada vez más eficientes y limpios. La Unión es hoy líder mundial en este terreno y también en la investigación y desarrollo sobre combustibles alternativos cuyo desarrollo es fundamental también para des carbonizar otros sectores como el de la aviación.
Además hay que aclarar muchas cosas. Un vehículo, de cualquier tipo no emite solo cuando circula. Hay que medir también lo que emitieron sus procesos de fabricación y reciclaje. No vale solo lo que sale por el escape. Y en ese aspecto hay en este momento tecnologías en marcha que reducen muy significativamente esas cifras. Cerrarse a que pueda seguir innovándose en ese campo es jugárselo casi todo a una misma carta: la automoción eléctrica. Y en ese subsector quedan muchos y grandes retos por superar para que pueda garantizar los niveles de movilidad con la autonomía, costes y emisiones, si medimos las que produce toda la vida del vehículo, que pueden conseguirse combinándola con otras tecnologías. Por no fijarnos en lo que va a suponer en coste y emisiones dotarnos de una red de abastecimiento que en términos operativos puede ofrecer un servicio similar al que hoy apoya los vehículos de combustión. O abrir una reflexión sobre nuestras capacidades para no recaer en un problema de dependencia de proveedores ajenos a la unión en baterías.
Por eso, he valorado lo que dice de manera casi unánime toda la inteligencia y conocimiento, agrupada, volcada en la innovación, que trabaja en talleres y fábricas y que acepta el reto de fijar la reducción de emisiones en el 90% para 2035 respecto a las que emitían coches y furgonetas en 2021. Es decir, en quedarnos a 10% del cero emisiones que se ha fijado en el reglamento y he obrado en consecuencia. Este objetivo es realmente ambicioso, objetivamente bueno. Por eso he animado al pleno a entender que esta transición hay que hacerla con la industria y sus trabajadores. Con su capacidad para generar empleo y pagar impuestos. Desde la neutralidad tecnológica que garantiza una competencia más abierta. Reconociendo y apoyando las fortalezas que tenemos en Europa para seguir liderando la transición hacia el objetivo de la neutralidad climática que todos compartimos.
Previendo que el reglamento contase finalmente con el respaldo mayoritario de la cámara, he destacado que algunos de los contenidos de esta norma ya aprobada ayuden a conciliar la utopía con la realidad. El reglamento obliga a elaborar un informe anual sobre el progreso de la reducción de emisiones y sus desarrollos y consecuencias sociales, tecnológicas y económicas. Establece además una cláusula de ajuste que permitirá revisar los objetivos del 100% con los que la realidad aconseje. Y lo que por el momento dicen los técnicos es que los fijados son inalcanzables. Pero también dicen que estimar la reducción en el 90%, a un 10% del objetivo sigue siendo muy ambicioso y mejorará mucho lo que tenemos hoy. Pero será una cifra más realista y pragmática. Especialmente si este mismo año tenemos una propuesta sobre los fondos que pueden ayudarnos a pagar los costes de esta transición.
Por estas razones he insistido en las vías del dialogo, la escucha activa, la conexión con los sectores implicados y el pragmatismo para abordar este tipo de debates. Por eso he comenzado mi intervención recordando un refrán que dice: “Lo mejor es enemigo de lo bueno”. Y esa es la medida que puede aplicarse para valorar el 10% que separa lo que dice el reglamento de lo que sostienen de modo prácticamente unánime los que pisan el suelo. Yo estoy aquí para tratar de conciliar las utopías con la realidad. para dedicarme a la política de las cosas.
La política de las cosas permite avanzar, ayuda a hacer realizable, entre todos, lo bueno. Lo que nos hace progresar. Los titulares pomposos, en cambio son parte de las cosas de la política y hemos visto que en ocasiones generan graves consecuencias. En este caso anuncios como esta prohibición de los vehículos de combustión para 2035 han ralentizado la renovación del parque móvil y propician que sigan circulando vehículos viejos, inseguros y mucho más contaminantes que los que podrían sustituirles hoy con enorme ventaja. La transición energética en automoción debe hacerse con y no contra la industria. Con neutralidad tecnológica y realismo. La meta final está clara. Escuchemos a los técnicos para diseñar las etapas.
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