PINCHAR EN HUESO
El Partido Popular Español promovió y ha conseguido esta mañana alentar un debate en el Parlamento Europeo en el que han trasladado a la Euro cámara el discurso que difunden en España sobre la modificación del código penal para mejorar la definición del delito de violación o de los delitos de sedición y malversación. Obviando su papel en el bloqueo de la renovación de los órganos constitucionales han llevado a Estrasburgo el tono y las maneras que reinan en las cortes generales. El éxito ha sido relativo porque al menos no han conseguido emponzoñar el ambiente como ocurre cuando “moderados” como Cuca Gamarra llenan de adjetivos y apocalipsis el eter madrileño. Valga el símil taurino, «han pinchado en hueso» Por si alguien quiere ver el debate aquí tiene el enlace.
Por eso me ha parecido muy importante tratar de superar ese escenario. Llevar el debate a sus aspectos sustantivos y solicitar a los dos responsables de la situación que dejen de polarizar. Que dejen de discutir sobre a favor de quién debe manipularse el poder judicial y se centren en resolver políticamente los problemas políticos. Porque ahí está el quid de la cuestión. Y en ese asunto están los dos igual de comprometidos.
Por eso me he animado hoy a los dos grandes partidos españoles que dejen de llevar ante los tribunales debates que son estrictamente políticos y vuelvan al diálogo y el consenso para resolverlos. Igualmente he animado a las autoridades comunitarias a que se sumen a este empeño y con la discreción necesaria ayuden a resolver el grave problema de independencia judicial que padece el estado español, ahora que saben que nuestras reiteradas denuncias y pronósticos estaban plenamente justificados.
Este es otro asunto que me preocupa. Estoy muy acostumbrada a ver al anterior responsable del estado de derecho, el inefable Frank Timmermans hacer el Tancredo ante las denuncias que hicimos en su día vinculadas a estas prácticas. denuncias que se han ido cumpliendo. Tampoco anda muy fino el actuar responsable Didier Reynders, aunque hay que reconocerle algo más de valor y osadía que a su antecesor, siempre preocupado por no pisar callo alguno a los poderosos. Pero igualmente dispuesto siempre a mirar para otro lado cuando nos quejamos los que somos excéntricos al sistema por mucho que sepa que estamos cargados de razón. Cuando la barbaridad era muy evidente llegó a reconocerla, pero su ímpetu inicial nunca tuvo continuidad
Y es que hoy el PP hispano no ha tenido su mejor día. Ha introducido el asunto presentando un problema de técnica jurídica como un intento de favorecer a los delincuentes sexuales. Luego ha continuado con la retahíla de la sedición y la malversación. La voluntad del legislador era la contraria. De hecho, ha mejorado la definición penal de violación. Por eso he insistido que como parece que ambas partes comparten el objetivo deberían bajar el tono y encontrar la solución acordando un texto mejor en las Cortes. Y de paso aplicar la misma receta a un problema más profundo.
Porque la “madre del cordero” no está en estas reformas. España no tiene un problema de impunidad. Tiene un problema grave de independencia judicial. El sistema de renovación del Consejo del Poder Judicial y el del Tribunal Constitucional nacen de un bipartidismo que ya no existe. Que permitía a unos u otros colocar jueces afines y empezar a colorear el tribunal supremo y el órgano de garantías. Los mismos que se han tirado los trastos a la cabeza hoy dando un lamentable espectáculo de degradación de la imagen del país que dicen amar, profundizaron en esa deriva judicializando lo político y, porque no decirlo, dictando sentencias ad homine. Y no unas pocas. Afectaron desde a iniciativas políticas y personas que promovían debates políticos, caso de Ibarretxe, hasta a casos tan vergonzosos como el que vivimos en el parlamento vasco al negarse su presidente a pisotear la ley y la doctrina constitucional pacíficamente asentada.
Como la mayor parte de las veces se invocaba la razón de estado, PP y PSOE rubricaban barbaridades cada vez más inaceptables. Así se dictaron sentencias que, cuando afectaban a nosotros, a los “otros”, aplaudieron en su día al alimón los que ahora discuten. Decisiones que muchos expertos relacionan más con el nacionalismo de estado y el abuso de poder que con el derecho. Que abordan procesos políticos como casos penales. Que niegan una diversidad que existe, se expresa y hay que reconocer y respetar.
Por eso no es de extrañar que pese a las decenas de procesamientos que afectan a cargos catalanes por supuestos casos de malversación no se correspondan con actuaciones judiciales y fiscales de la misma entidad y rapidez en casos como la destrucción de los discos duros con la contabilidad del PP o la evidente malversación que cometió el ex ministro del Interior Fernández Díaz dedicando fondos públicos a perseguir rivales políticos y fabricar pruebas contra ellos. En el otro bando casos como el GAL dejan bien claro que cuando se invoca la razón de estado los problemas en los tribunales se diluyen. Por eso quienes tratamos de hacer valer allí derechos y principios sin ese parapeto solemos tenerlo mucho más difícil en los altos tribunales, los que a la postre se encargan de corregir sentencias que consideran contrarias a ese principio supremo.
Como ejemplo de esta deriva ambos partidos, que son perfectamente conscientes de que aquí esta la clave del problema, empezaron aplaudiendo y jaleando una condena injusta al presidente del Parlamento Vasco por cumplir la ley. Les avisamos de lo que podía ocurrir y, tras seguir jugando con fuego en el abordaje «legal» del llamado «procés»ocurrió. Una serie de militantes políticos camuflados de magistrados del tribunal constitucional, con el mandato caducado, primero se negaron a apartarse de una decisión que les afectaba directamente. Luego prohibieron un debate en el parlamento. Un lamentable ejemplo de activismo político desde el órgano llamado a ser garante de los valores constitucionales. Una avería en toda regla en la división de poderes, perfectamente descrita y retratada en el impresentable alegato con el que el ya afortunadamente ex presidente del constitucional, describió la dimensión del dislate del que fue protagonista. Creo que ese discurso merece estudiarse en las facultades de derecho como un ejemplo acabado de corrupción de esta ciencia social.
Por estas he insistido en la necesidad de que se abandone el recurso a la judicialización y se regrese al diálogo y el consenso. Ya saben que, como siempre, EAJ-PNV está a disposición de las partes para colaborar en la resolución de esta crisis a base de dialogo, entendimiento y encuentro. Porque, como ocurría en el cuento d “El rey desnudo” unos y otros saben dónde está el origen del problema.
Finalmente me he dirigido al comisario Reynders, allí presente para animarle a sumarse al empeño. Con el nivel de discreción que necesiten, para aumentar las posibilidades de éxito que puede y debe tener su mediación. Pero para poner las cosas en su sitio ahora que saben que nuestras reiteradas denuncias y pronósticos estaban plenamente justificados.
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