EMPATIA Y FIRMEZA FRENTE A LA REPRESIÓN DE CHINA CONTRA LOS UYGHURES EN XINJIANG
El Parlamento Europeo ha debatido esta noche una propuesta de resolución en torno a los hechos conocidos después de que un consorcio internacional de periodistas se hiciese con miles de archivos de la policía de Xinjiang en los que se acreditaban detenciones arbitrarias masivas y otros tratos inhumanos y degradantes contra miembros de la minoría Uyghur. El alcance y dimensión de esta operación represiva ha animado que este asunto se haya vuelto a incorporar a la terna de asuntos que dedica en cada pleno la euro cámara a analizar situaciones urgentes de violación de derechos fundamentales en todo el mundo. En 2019 esta institución acordó galardonar al activista Ilham Tohti con el premio Shajarov. Las autoridades chinas, por su parte, enmarcan estas actividades en una operación contra el fundamentalismo religioso y el separatismo en esta región del norte del gigante asiático.
En el transcurso del debate he animado a la Unión Europea a utilizar el mismo rasero para medir las vulneraciones de derechos humanos independientemente de la dimensión y el poder del estado que los cometa. Una buena opción, además de todas las iniciatuivas que se mencionan en la resolución que seguro aprobamos mañana es utilizar lo que en castellano se llama “gota malaya”: que este problema se coloque en la agenda de todos los contactos que se mantengan con dirigentes del país asiático. Vista la censura que impera allí los que digan que no saben nada tendrán una primera información y los que reconozcan que conocen el asunto que respondan a una pregunta muy simple: “¿Que opinarían si las prácticas que hemos conocido afectasen a alguien de su familia?
Cuando se habla de Derechos Fundamentales me parece que la credibilidad en la defensa de los mismos se conquista cuando se mide con el mismo rasero a todos los que los vulneran. China, es grande y poderosa, admirable en muchos aspectos. Pero merece una rotunda condena por los mecanismos de represión que aplica a disidentes y minorías. Últimamente hemos conocido pruebas y evidencias de comportamientos intolerables contra los Uyghures en Xinjian que ratifican lo que ya sabíamos: que estamos ante el riesgo real de que se produzca un genocidio planificado y sistemático de una cultura que molesta. Y que la represión se ha convertido, además, en un negocio muy rentable. Porque los trabajos forzados son práctica habitual allí y los rendimientos de los mismos una “mina” para quienes los ordenan y gestionan.
A la vista de los hechos que se han conocido que relatan casos de torturas, de separaciones de familias y puesta en marcha de campos de concentración de grandes dimensiones en los que las autoridades chinas dicen estar “reeducando” a los miembros de esta comunidad no puedo sino apoyar todas las medidas que se incluyen en la resolución común. Quizá el documento más explícito que ha aprobado nunca el parlamento europeo sobre la conducta de las autoridades chinas en estos aspectos. Nadie se merece que le traten así, ha dicho. Por eso la Unión y sus estados miembros deben plantarse ante el grande, promover sanciones personalizadas para los oficiales y mandos implicados en estas prácticas, llevar el caso al comité de derechos humanos de las Naciones Unidas, rechazar los productos fruto del trabajo forzado y plantearles este asunto en cada reunión que mantengamos con ellos.
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