REIVINDICANDO EN ESTRASBURGO LAS LEYES VASCAS DE IGUALDAD
En el día internacional de la mujer el parlamento europeo ha debatido esta noche una resolución sobre el tercer plan de acción sobre igualdad en la Unión Europea. El documento pide un plan más concreto y una implementación eficaz de las medidas y desgrana siete ejes de acción que abarcan desde el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva o la completa eliminación de la violencia de género a promover una verdadera generación de igualdad. Entre las cuestiones controvertidas en el debate algunos diputados han planteado, de nuevo su oposición a la política de cuotas.
Este ha sido el último hito de un día que ha estado repleto de actos pro igualdad para subrayar el ocho de marzo. A las ocho estaba participando en un acto de mujeres vestidas de blanco reivindicando paz e igualdad. Posteriormente he contribuido a informar aquí de que ya en 1922 las mujeres de EAJ-PNV reivindicaban la igualdad. El sitio web del Partido demócrata Europeo se ha hecho eco de esta significativa historia y he recibido muchas preguntas de mis colegas sobre la misma. Por la tarde he trabajado en difundir nuestra iniciativa Renew el pacto Simone Veil, entre mis colegas en Euskadi. Finalmente he terminado con este debate. Igualmente he difundido la declaración del EBB en este día internacional de la mujer.
Como la fecha era propicia he aprovechado para reivindicar esta noche en Estrasburgo el carácter pionero de las leyes vascas de igualdad que, hace ya 18 años consiguieron que el Parlamento vasco alcanzase la paridad entre mujeres y hombres y acaba de ser renovada y mejorada con un gran nivel de acuerdo. Sin embargo, he insistido en que, sin un compromiso personal, la aportación de familia y sistema educativo que enseñe a identificar toda manifestación de desigualdad, los resultados tardarán en llegar.
Aludiendo a esa temática he iniciado mi intervención en este debate recordando que en 2005 rompí un “techo de cristal al ser la primera mujer que presidió el Parlamento vasco. Una de las primeras llamadas que recibí llegó desde aquí, desde el Parlamento Europeo. Aquella cámara había conseguido la paridad gracias a una ley pionera que obligaba a los partidos a incluir cuotas de mujeres e intercalarlas con los hombres en las candidaturas. Hoy aquí hay quienes siguen discutiendo las cuotas, mientras aquel parlamento para algunos regional y de segunda división, conservando aquel logro, ha da un nuevo y espectacular salto mejorando aquella norma con nuevas medidas sobre igualdad salarial o lucha contra la violencia. Y por supuesto sin perder lo ya conseguido.
Por eso hay que saludar este tercer plan europeo de acción sobre igualdad porque conseguirla es un tema de leyes y presupuestos, de cooperación, de compartir buenas prácticas, de implementar lo que funciona, de señalar las ideas reaccionarias que niegan hasta la violencia machista como hace algún partido de ultraderecha en el estado español. Me ha llamado la atención la intervención de la representante del PP español. Os explico enseguida por qué. Quizá por eso me ha parecido especialmente interesante que no olvidemos que la lucha contra la desigualdad es también una tarea personal, intima que empieza en cada individuo y continúa en la familia y el sistema educativo. Sin ese compromiso individual, que sin duda catalizan estos planes desde las instituciones, los resultados tardarán en llegar.
Hay que aprender a identificar la desigualdad. A mí me pasaba lo mismo que a Isabel Benjumea, la portavoz del PP en este debate. Yo estudié, yo tuve una carrera profesional interesante, fui la directora más joven del gobierno y, con 35 años, los que tiene la señora Benjumea, pensaba que la desigualdad no existía, hasta que…Cuanto más ascendía más desigual me sentía. Cuando fui presidenta del Parlamento aprendí de verdad lo que es la desigualdad. Hay que gestionar en femenino el esfuerzo que hacemos para erradicarla, combinar el rigor y la competencia técnica en el desarrollo de los programas con la gestión de las emociones. Porque el desarme de los prejuicios que propician la desigualdad necesita mucho trabajo en ese plano. El primer argumento para convencer a quienes dudan es informarles sobre el placer que proporciona todo el universo de emociones al que renuncian.
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