NECESITAMOS UNA REACCIÓN EUROPEA, UNITARIA, RÁPIDA Y CONTUNDENTE FRENTE A PUTIN
Estos días me encuentro en Senegal. La comisión de pesca del parlamento europeo, de la que soy miembro, ha enviado una misión a este país para revisar el cumplimiento del nuevo acuerdo de pesca con la Unión Europea. Tenemos problemas varios que van desde el bloqueo de la puesta en marcha del acuerdo desde finales de enero a las medidas de control y transparencia de las actividades de buques de terceros países en los caladeros del país. La pesca a pequeña escala local se queja de un descenso brutal en sus capturas y del uso de las mismas para abastecer fábricas de harina de pescado. Queremos ver también cómo se utilizan los fondos que enviamos para ayudar a la industria local. Cuando regrese os contaré los resultados de este viaje.
Porque hoy toca otra cosa. Hasta aquí llegan los tambores de guerra que Vladimir Putin hace sonar en Ucrania. El ex agente de la KGB, integrante de lo que durante la guerra fría se llamaban “hombres de gris” sigue sin asumir que la Europa de principios del siglo XX no existe. Tampoco parece darse cuenta de que él no es el zar de todas las rusias y de que la Unión Soviética se desintegró porque así lo quisieron las ciudadanías de muchas de las repúblicas que la integraban. En un ejercicio de su derecho de autodeterminación algunas se convirtieron en estados soberanos y comenzaron a tomar sus propias decisiones en materia de política exterior. Ucrania aspira a ser miembro de la OTAN y eso a Putin no le gusta. Alimenta además su discurso rancio, imperialista, antiguo y le sirve para el debate y el juego político interno en la federación rusa.
Esos son los ingredientes que impulsan las decisiones del mandatario del Kremlin. El reconocimiento por parte de Rusia de la independencia de las regiones pro rusas de Donetsk y Lugansk es una clara vulneración de la legalidad internacional pues supone una violación por parte de otro país de la integridad territorial de un estado soberano. La medida incumple además los acuerdos de Minsk y los valores en que se fundamenta el multilateralismo que es la mejor herramienta de paz y concordia. Hay que seguir insistiendo en que este conflicto debe resolverse por la vía diplomática. Una guerra convencional abierta en esa zona es la crisis más grave que se ha vivido en suelo europeo desde la segunda guerra mundial. En esta línea iban los promnunciamientos yer de la Comisión de Exteriores del parlamento Europeo. También se aprobó una ayuda extraordinaria de 1.200 millones de euros para Ucrania.
Por eso espero una intervención rápida, contundente y unitaria de la Unión Europea para responder a este ataque contra la paz y la estabilidad en nuestras fronteras. Ya se han pactado algunas sanciones y en otras zonas del mundo se han activado también medidas contra el régimen ruso. Por el momento impera la prudencia y se trata de cumplir dos objetivos: no perjudicar a la ciudadanía, centrando las sanciones en personas con responsabilidades en las decisiones que ocasionan la crisis y en organizaciones que pueden financiar operaciones allí. Igualmente, no reconociendo las “nuevas” repúblicas y bloqueando operaciones comerciales con ellas. Finalmente se trata de no agotar en esta primera fase el arsenal de sanciones y utilizarlas como una advertencia de lo que puede venir si el Kremlin continúa en sus trece.
Porque lo cierto es que las decisiones que va tomando Vladimir Putin incrementan la tensión en una zona en la que solo la diplomacia, el dialogo, el reconocimiento mutuo y el respeto que dieron lugar a los acuerdos de Minsk, mantenían una tensa calma que es siempre mucho mejor que el conflicto abierto y la guerra. Vladimir Putin parece añorar un pasado que no volverá, porque las decisiones democráticas de las personas no apoyan ni la política de bloques, ni los regímenes totalitarios.
Como en este conflicto aparentemente hay un pronunciamiento ruso en favor de la independencia de dos repúblicas conviene aclarar algunos conceptos. La legislación internacional ampara la libre determinación de los pueblos, pero rechaza la intervención de un estado en el conflicto interno de otro para anexionarse territorios. Lo que ha hecho Putin, refleja su nulo respeto por la democracia y la legalidad internacional. La ciudadanía de las antiguas repúblicas de la URSS decidió en su día auto determinarse. No está en las manos del mandatario ruso enmendar esa decisión. Obviamente este movimiento ruso nada tiene que ver con la voluntad libre y democráticamente expresada por un demo para acceder a su autodeterminación. Tampoco con el proceso que puede y debe seguir para conseguirla por medios pacíficos y democráticos.
En ese esquema que si admite el derecho internacional no entra de ningún modo el vector de un ejército de un país tercero “echando una mano” a los independentistas que, para empezar, deben conquistar y acreditar una mayoría social sólida, suficiente y expresada y acreditada por un mecanismo democrático para respaldar su posición. La legalidad internacional no considera estos procesos endógenos y democráticos, un ataque a la integridad territorial de un estado miembro. Y hay ejemplos en pleno siglo veinte que lo demuestran. Por señalar un ejemplo pertinente, el proceso vivido en las tres repúblicas bálticas o el que se ha abierto en Escocia.
Por estas razones insisto en la necesidad de unas decisiones rápidas, contundentes y unitarias de las instituciones europeas frente a esta amenaza para toda la Unión y especialmente para los estados que mantienen fronteras con Rusia. Confío en las palabras de la presidenta Von der Leyen en torno a las medidas adoptadas para que esta crisis no afecte al suministro de gas a la Unión y espera que esta crisis sea un acicate para consolidar una política exterior y de seguridad realmente común y un despliegue intensivo de fuentes de energía renovable y sostenible al amparo de los fondos europeos. Así, además de responder al reto climático, eliminaremos toda capacidad de chantaje de dirigentes como Vladimir Putin.
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