COMBUSTIBLES ALTERNATIVOS: QUE LAS BUENAS INTENCIONES NO INHIBAN AVANCES DE VERDAD.
Esta tarde hemos tenido reunión de la comisión de transportes y turismo del Parlamento Europeo en la que se han analizado diversas propuestas legislativas relacionadas con el paquete de normas que en el argot comunitario se conoce como “Fit for 55”. El termino trata de agrupar todas las iniciativas que deben adoptarse a nivel europeo para alcanzar la reducción de emisiones prevista en el “pacto verde europeo” (green deal). Uno de los sectores que tiene más trabajo por delante es el del transporte. Por eso esta tarde se han presentado las posiciones de partida de los ponentes parlamentarios en algunas de estas normas. Entre ellas figuraban la de infraetructuras para combustibles alternativos y otra específicamente destinada a promover el uso de combustibles sostenibles en la aviación.
La primera es una revisión de las normas europeas vigentes en la materia. Se realiza a la vista del impacto que ha tenido la anterior, que data de 2014 y del progreso que, desde entonces han registrado algunas tecnologías. Viendo precisamente lo que ocurrió con la norma que estamos renovando he insistido hoy en que la ambición con que debe legislarse para renovar la legislación europea sobre combustibles alternativos parta de una escucha pragmática, activa exigente y comprometida hacia la industria, la ciencia y los centros tecnológicos. Es la fórmula que proponemos para que las buenas intenciones no inhiban progresos que ya contribuyen a des carbonizar el transporte y que pueden financiar la necesaria transición hacia una movilidad más sostenible. Esta transición o se hace con la industria o fracasará y puede conducirnos a escenarios dramáticos.
No he tenido que ir muy lejos para encontrar referencias. De hecho he comenzado mi intervención recordando los contenidos de un artículo del ex eurodiputado Josu Jon Imaz, en el que bajo el título “Teología o tecnología” “advertía contra el peligro de que los eslóganes, la obsesión por presentarse como el más verde, el más limpio y el más comprometido, una especie de teología, sustituya a la tecnología. Así se acaban legislando cosas que suelen hacer buena la expresión de que “el papel lo aguanta todo”.
Por eso me ha parecido oportuno informar a quienes me escuchaban que Josu Jon es hoy directivo de una empresa energética comprometida con los combustibles alternativos. Lidera en el País Vasco el corredor del hidrógeno y ha puesto como ejemplo de este tipo de fenómenos precisamente la directiva que estamos reformando, un ejemplo de cómo las buenas intenciones no cambian las cosas. En efecto el estudio sobre el efecto que tuvo está avanzada norma en el proceso de introducción progresiva de combustibles alternativos concluye que ha contribuido a colocar este asunto con fuerza en la agenda pública, pero sin acompasar discursos con madurez tecnológica.
Por estas razones he insistido en la necesidad de hacer esta transición con la industria y no contra la industria, con la universidad, la ciencia, los centros tecnológicos. Combinar ambición ambiental con tecnología requiere una escucha activa, exigente y comprometida y pragmatismo. Las incertidumbres que crea esa teología que relativiza la realidad propician que hoy sigan circulando vehículos mucho más contaminantes que otros más limpios, ya fabricados. En consecuencia estoy de acuerdo en incluir en la nueva regulación objetivos ambiciosos y vinculantes para electricidad, hidrógeno, gas y otros combustibles alternativos, sí. Pero que observen la neutralidad tecnológica, que acrediten su aporte a la des carbonización y que no inhiban los progresos que permiten y financian una transición justa.
Estas virtudes, por ejemplo las he visto más claras en la propuesta que se ha lanzado para promover el uso de combustibles sostenibles en el transporte aéreo. En este empeño debe completarse el esfuerzo en este campo con el apoyo desde los fondos europeos a iniciativas como la del avión eléctrico que promueve un consorcio europeo en el que está presente la industria vasca.
Me parece clave declarar no elegibles los combustibles procedentes de cultivos alimentarios o forrajeros que pueden producir cambios en el uso de la tierra y amenazar territorio forestal. Igualmente son un acierto las medidas planteadas para que la introducción de estos combustibles sostenibles no anime prácticas fraudulentas y afecte a la libre competencia en un sector difícil de des carbonizar y en el que menos maduras están las tecnologías que deben ayudar a conseguirlo. En definitiva, me parece un paso posibilista y pragmático en la buena dirección que espero podamos constatar gracias a los mecanismos de evaluación previstos”.
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