PUERTAS AL CAMPO
No me gustan los debates estériles y menos en asuntos tan sensibles, tan dolorosos, tan necesitados de dialogo, de trabajo en común, de cooperación y de generosidad personal y política como el tratamiento del problema de las víctimas del terrorismo. Me animo a escribir estas líneas porque espero que lo que se comenta en ellas no vuelva a ocurrir. Porque es un ejemplo de lo que no conviene para curar las duras heridas que el uso injustificable de la violencia en nuestro país durante décadas ha dejado en nuestra sociedad.
Por eso me veo en la obligación de aclarar que hice cuanto estuvo en mi mano para que el programa de trabajo de la delegación que la comisión de peticiones del Parlamento Europeo realizó al estado español para conocer la situación de los crímenes de ETA aún sin resolver incluyese en su programa un contacto con las autoridades vascas. De hecho, la diputada que iba a presidir el grupo renunció a hacerlo precisamente por su desacuerdo con el programa de la visita y la reiterada negativa de quienes organizaron el programa de incluir propuestas de otros grupos.
La exclusión impulsada por las fuerzas conservadoras incluidas en la delegación no es coherente con el supuesto objetivo de la visita, estudiar la situación de los crímenes de ETA aún por esclarecer. Algunos de esos delitos están siendo investigados por la Ertzaintza. Además, la oficina de atención a las víctimas del terrorismo del gobierno vasco ya elaboró un informe en 2014 sobre esta cuestión y tiene concluido medio centenar de cuadernillos personalizados que entregará próximamente a las víctimas afectadas. Este es un trabajo que no tiene parangón en el estado y que por estar directamente relacionado con el asunto en el que se centraba la visita era en enorme interés para los comisionados.
Además, el Gobierno Vasco fue la primera institución del estado que puso en marcha un programa de asistencia y apoyo a las víctimas que funciono durante años sin siquiera enmiendas al presupuesto que lo financiaba, ni otra actividad de control parlamentario que una rutinaria pregunta al año sobre el grado de ejecución de la partid ampliable y sin tope que financiaba los distintos programas de ayuda. De hecho, la primera ley de asistencia a las víctimas aprobada en España se basó en la experiencia adquirida en aquellos años por la oficina vasca.
Algunas organizaciones políticas, que han olvidado estas realidades o simplemente prefieren ocultarlas, mantienen un relato al respecto que ignora estas realidades. Por eso esas mismas formaciones, que consiguieron una mayoría en el comité de peticiones del Parlamento Europeo, Comisión a la que yo no pertenezco, impusieron un programa con esta inconcebible exclusión.
No obstante, realicé todos los esfuerzos a mi alcance para que se incluyese al menos, un contacto con la oficina vasca de víctimas. Todos ellos fueron infructuosos. La excusa oficial era la “falta de tiempo” para tomar conocimiento del único trabajo específico existente sobre la temática por la que se interesaba la comisión en su visita. Como la decisión era incomprensible se intentó maquillar dejando en manos de los responsables del Memorial de Víctimas abierto en Vitoria la organización de algún tipo de contacto con el Gobierno Vasco, porque sí había tiempo para incluir una visita a ese centro en el programa. La formula propuesta, invitar a un técnico de la oficina al lunch que se iba a ofrecer a los comisionados en el memorial, se califica por sí misma. Estos son los hechos. Así, la Delegación de la Comisión de Peticiones del Parlamento Europeo regresó a Bruselas sin la oportunidad de conocer en directo datos de primer interés para realizar su trabajo.
Probablemente, cuando este trabajo realizado desde Euskadi esté en manos de las personas a las que se ha privado de la misma les ocurra lo mismo que le paso a Alejo Vidal Cuadras cuando, siendo vicepresidente del Parlamento Europeo, hizo lo posible y lo imposible para que la entonces presidenta de la institución no recibiese a Juan María Atutxa. EL entonces presidente del Parlamento Vasco ocupaba también la presidencia de la Conferencia de Presidentes de Parlamentos Autonómicos (COPREPA) y solicitó la entrevista en esa condición. El que luego se convertiría en uno de los fundadores de Vox se ocupó de presentar al PNV como un partido pro violento, colaborador con el terrorismo y de raíces antidemocráticas.
Cuando, tras superar todas las trabas y obstáculos que originó esta conducta la reunión se produjo, la presidenta Fontaine pudo comprobar que aquella persona a la que le habían presentado como un filo etarra peligroso era en realidad una víctima del terrorismo. Juan Mari Atutxa mantuvo después de aquel encuentro un intenso intercambio de documentación e impresiones con la presidenta que corrigió por completo las ideas que habían intentado venderle sobre el papel que jugaba en una sociedad vasca castigada por el terrorismo, cada uno de sus agentes. El “asesor” que había inducido aquellos prejuicios quedo descalificado por los hechos.
En este caso ocurrirá lo mismo. Se puede intentar poner puertas al campo, pero en el mundo de hoy, el intento es vano. Nuestro empeño, en vez de seguir dando alas a la polémica se va a centrar que les llegue a los comisionados la información que se les ha tratado de ocultar. Politizar a las víctimas del terrorismo, utilizar este problema, este dolor, como arma arrojadiza en el debate político no solo no aporta nada a la convivencia. Por el contario contribuye a prolongar en el tiempo los efectos que los terroristas perseguían con sus actuaciones criminales. Desgraciadamente hace décadas que se cayó en esa tentación que rechazan, en primera instancia, las propias víctimas de los atentados.
Puedo hablar del asunto con cierto conocimiento de causa, pues durante los años en que fui presidenta del Parlamento Vasco trabajé intensamente con, entre y para las víctimas del terrorismo y establecí relaciones que mantengo con las presidencias de muchas de sus asociaciones. Tengo un contacto lo suficientemente fluido y profundo con ellas para asegurar que si algo desanima y ofende a la inmensa mayoría de las víctimas es el uso de su dolor en el mercadillo de la política.
Por esa vía me llegó, por ejemplo, la sorpresa y malestar que produjo el cierre de la exposición “Biktimak, Víctimas” que organizamos junto a ellas y que comenzó a exponer una visión compartida de su dolor no solo por el estado español, sino también por Europa. Así, llevamos aquel testimonio al Consejo de Europa en Estrasburgo, al Parlamento Europeo en Bruselas, al Senado y a los parlamentos de Canarias y Cantabria y teníamos la previsión de seguir llevando la muestra al resto de los legislativos autonómicos.
No tengo ninguna duda de lo que hubiese ocurrido si ese programa lo pone en marcha una presidencia del PP y lo fulmina una del PNV. Aquí, precisamente para no fomentar el lamentable nivel del debate al que algunos quieren llevar este asunto, simplemente nos callamos y animamos a quienes nos expresaron su malestar a que hiciesen lo mismo. De ese modo aquel logro compartido sigue siendo un buen recuerdo, una buena práctica, una forma constructiva de trabajar, acordar y conseguir algo que, cuando comenzó a gestarse, parecía imposible. Ese es el camino.
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