VENEZUELA Y NICARAGÜA DOS CRISIS PARALELAS QUE NECESITAN FIRMEZA Y POLITICA

El Parlamento Europeo ha celebrado esta tarde en la capital alsaciana sendos debates sobre dos situaciones que afectan a otros tantos estados latino americanos. Se trata de Venezuela y de Nicaragua. En el primer caso se ha analizado el exilio venezolano, un movimiento de población sin precedentes que genera ya tensiones en los estados limítrofes pese a su ejemplar disposición a acoger. En el otro estamos ante una especie de efecto espejo. No pocos nicaragüenses empiezan a ver en Daniel Ortega un trágico remedo del dictador Anastasio Somoza.

En el caso venezolano se han analizado las conclusiones de la conferencia de solidaridad organizada por ACNUR en Bruselas para generar adhesiones y apoyo financiero a los venezolanos que han tenido que huir de su país y a los estados que les acogen. En estos años han salido del país cerca del 20% de sus habitantes generando un movimiento migratorio y una crisis humanitaria que sacude los estados limítrofes. Es el problema de este tipo que cuenta con menos recursos por afectado de los que se dan en el mundo.

Con estos antecedentes yo he propuesto tres acciones para enfrentar la situación. La primera se centra en realizar urgentemente un recalculo de los fondos que deben atender a las víctimas de este drama, detallar y cumplir compromisos de donación y atender esta dimensión exterior de la crisis venezolana. La segunda medida propuesta ha sido animar al alto representante que estrena cargo en este pleno, Josep Borrell, a que, como él mismo afirmo en la conferencia de Bruselas, se ensayen “soluciones más comprometidas” centradas en auxiliar a los venezolanos en su propio país. Finalmente, he abogado por acabar con el bloqueo político que propone un régimen lo que solo se conseguirá con las elecciones libres y democráticas que reclaman unánimemente ciudadanía y oposición y apoya nuestra Unión.

La señalada conferencia internacional puso números al coste que la dictadura de Maduro tiene sobre los venezolanos. Más de cuatro millones y medio de personas han huido ya de la miseria y la inseguridad. El 80% de estas personas recalan en los países limítrofes, especialmente en Colombia, pero llegan incluso hasta Chile. Según el pronóstico de ACNUR en 2020 la cifra puede superar los seis millones. Aunque los países que atienden a los exilados están dando un ejemplo de acogida, surgen ya los primeros discursos xenófobos añadiendo presión a una crisis que se está afrontando con más compromisos verbales que fondos.

NICARAGUA

En Nicaragua todas las organizaciones humanitarias que observan la situación coinciden en señalar que los recortes de derechos fundamentales, señaladamente la libertad de prensa, expresión y asociación y la represión de disidentes han degradado la situación e imposibilitado el diálogo entre gobierno y opositores al régimen.

Yo he apostado en el debate por recuperar los acuerdos alcanzados entre gobierno y oposición el pasado mes de marzo como punto de partida para resolver la crisis nicaragüense, marcada por la represión contra opositores por parte del gobierno sandinista. Nuevas elecciones y sanciones contra los líderes gubernamentales si continua el bloqueo son algunas de las medidas propuestas.

Solo el fin de la represión puede dar paso a unas elecciones limpias y creíbles, tuteladas por un árbitro imparcial. Para crear las condiciones que permitan reanudar el dialogo hay además que esclarecer las actividades represivas protagonizadas por el Gobierno sandinista que, según las últimas estadísticas, han ocasionado ya 328 muertes. Si el bloqueo continúa, hay que dar apoyo a sanciones personalizadas contra los máximos responsables de la situación entre los que hay que citar al presidente Ortega y su Vicepresidenta Rosario Murillo”.

Esta crisis, en definitiva, necesita política y necesita empatía. Por eso he pedido a Daniel Ortega que compare la fotografía que recoge su primer juramento como presidente el 10 de enero de 1985 con cualquiera de las que le retratan ahora. Hoy es la imagen de la desolación. En nada se parece a la de la esperanza que trajo al país el final de la dictadura de Somoza. Muchos de sus compatriotas, entre ellos los 80.000 que han huido ya de allí, empiezan a pensar que dos apellidos tan distintos, que dos trayectorias tan opuestas, empiezan a parecerse demasiado.

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