POR UNAS ETIQUETAS PARA LAS CONSERVAS DE PESCADO QUE PROTEJAN A LA PESCA ARTESANAL Y A LOS CONSUMIDORES

Estas semanas llevo empeñada en un asunto que creo que hace justicia al eslabón más débil de la industria pesquera, el de la pesca artesanal. Y por extensión a quienes transforman productos procedentes de esta actividad especialmente para su venta en latas de conserva. Se trata de conseguir que, de una vez se obligue a las conserveras a que detallen la procedencia de la materia prima con que está elaborada la conserva y que esa información sea tan fidedigna y significativa como la que se nos ofrece para otros productos que se comercializan en Europa, desde los neumáticos a las prendas de vestir, pasando, especialmente, por todo tipo de productos agroalimentarios. Llevamos años detrás de conseguir algo tan simple, tan justo.

He tenido la oportunidad de plantear esta reivindicación en dos ocasiones en los últimos días en la Comisión de Pesca. La primera, la que encabeza esta crónica, en las fases preparatorias de una normativa que va a establecer os medios de control, para establecer la conformidad de los productos de la pesca con los criterios de acceso al mercado de la UE. Cuando concluimos la última reforma de la política pesquera común no pudimos siquiera definir qué demonios es la pesca artesanal.

Sin embargo todos los que vivimos a la orilla del mar, todos los que tenemos un contacto medianamente intenso con el sector pesquero sabemos de qué estamos hablando. Nos referimos a esas pequeñas empresas familiares que trabajan el mar con el respeto de quien sabe que esquilmarlo es la mejor manera de hacer realidad el dicho “pan para hoy, hambre para mañana”. De personas que utilizan habitualmente las artes menos agresivas, que pescan especies con bajas cuotas de capturas, productos muy específicos, de alta calidad y no muy abundantes. Y cuya transformación puede añadir valor al valor de origen de unos stocks que por su especificidad suele ser apreciable. Por eso incluí también esta reivindicación en la discusión que la semana pasada tuvimos precisamente sobre un informe que se está dedicando a repartir mejor la cadena de valor en el seno de la industria pesquera.

 

Esperemos que a base de insistir consigamos llevar esta reivindicación del eslabón menos protegido del sector de las palabras a los hechos. Estoy cansada de oír buenas palabras en favor de la pesca artesanal. Lamentablemente no acaban de convertirse en hechos. Y los hechos no ayudarían solo a estos profesionales, de los que por cierto depende el mantenimiento de la actividad económica y la población en muchas zonas costeras europeas, sino que sería importante también para los consumidores. Informar y hacerlo de manera fiable se acepta para muchísimos productos. Para las conservas de pescado no. De hecho, como se recoge en esta pregunta y respuesta parlamentaria la dispersión normativa ayuda al equívoco.

El resumen es simple. Informemos a los consumidores y dejémosles que elijan. Cada uno es muy libre de gastar su dinero como quiera pero tiene derecho a saber por lo que paga. Lo que no es razonable es que el “gato por liebre” se convierta, como explicábamos en la iniciativa que habéis visto más arriba en “melva por bonito”. Luego está en la voluntad de cada uno decidir de qué disfruta y cuánto paga por ello. Pero quienes hacen el esfuerzo de sacar del mar esos productos específicos, transformarlos con mimo y ponerlos en el mercado merecen que su marca les identifique sin género de dudas.

 

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Comentarios (2)

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  1. Izaskun quiero compartir contigo un email que me ha enviado Eroski sobre el tema del fraude en el «bonito». por qué medio te lo puedo enviar (no tengo tu email)

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