UNIDAD TAMBIEN CONTRA EL TERRORISMO DOMÉSTICO
Esta tarde hemos retomado las sesiones plenarias en El Parlamento Europeo tras las vacaciones de agosto. Me ha parecido muy importante que el primer debate de este nuevo periodo de sesiones se haya dedicado a debatir un informe en el que se aboga por la adhesión de las instituciones europeas al convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, conocido como Convenio de Estambul.
Aunque la adhesión de las instituciones europeas no exime a los estados miembros de adherirse individualmente a este instrumento jurídico internacional, creo que una adhesión a nivel comunitario va a ayudar a resolver tres de los grandes problemas que paralizan la acción institucional contra este problema.
En primer lugar la ratificación a nivel europeo nos ayudará a articular una respuesta comunitaria que mejoraá la coherencia de los marcos legales que en cada estado miembro se aplican a este problema. En algunos de ellos, aún hoy, este se considera un problema “doméstico” que debe resolverse en el ámbito privado. por esta vía mejoraremos además las medidas de prevención y lucha contra esta lacra y nos ayudará a proteger y reparar mejor a las víctimas de lo que muchos calificamos de terrorismo domestico contra el que me gustaría detectar las mismas proclamas de unidad que solemos hacer cuando hablamos de otras manifestaciones de violencia que, en terminos absolutos, causan menos víctimas y no se observan con la misma pasividad que la violencia de género. Fijaos, si no en esta llamativa estadística que prepare para un pleno anterior.
Obviamente no hemos estado cinco días en silencia lamentando y condenando asesinatos de mujeres. Eso ya quiere decir algo. Significa que, aunque nuestra relación con la violencia contra las mujeres es mucho más habitual que la que tenemos con los atentados terroristas, hay mucha mas gente que la considera «tolerable» o aún peor «normal». Quizá porque en el subconsciente no son pocas las personas, hombres y mujeres las que son víctimas de una concepción de las relaciones entre hombres y mujeres asentada en una profunda desigualdad.
Por eso he tratado de defender en otras intervenciones sobre este mismo asunto, el primer paso para acabar de verdad con esta lacra empieza en cada uno de nosotros y requiere una especial implicación masculina. De acuerdo con los últimos datos y estudios realizados por el Instituto Europeo de Igualdad (EIGE) la violencia de género afecta en Europa a 250 millones de mujeres y nos cuesta al año 230.000 millones de euros, cifras que justifican la adhesión de las instituciones comunitarias al protocolo de Estambul.
Quizá más de uno de nosotros haya tenido la ocasión de escuchar a alguna de estas mujeres sufrir este problema. Las amenazas y gritos que oímos al otro lado del tabique son un problema de todas y todos. Los valores que impulsan a los maltratadores son corrosivos. Los estereotipos que transmitimos en la educación o en los medios matan. Por eso, ha concluido, el combate contra esta lacra comienza en cada uno de nosotras y nosotros. Y esa acción individual necesita y merece el máximo respaldo institucional.
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