EUROPA, HACIA SU NECESARIA MAYORÍA DE EDAD
El pasado viernes estuve compartiendo debate con varios de mis compañeros en el Parlamento Europeo, Ramón Jauregi, Carlos Iturgaiz y Josu Juaristi. Hablamos, en una mesa redonda organizada en Donostia por la Fundación Mario Onaindia, sobre la crisis de la Unión Europea y qué relación tiene ésta con la crisis global o con recientes síntomas de que algo muy profundo pasa en la sociología política como lo demuestran el triunfo del Brexit o la victoria electoral de Donald Trump. El resumen de mi aportación está en el vídeo que encabeza esta crónica.
Me pareció oportuna la reflexión y me parece también interesante compartir con vosotros los puntos de vista que preparé para este debate. No creo que os sorprendan porque hemos hablado de estas cosas muchas veces aquí, pero me ha parecido interesante hacer esta especie de recapitulación porque efectivamente la construcción europea está en crisis. Es consecuencia lógica de otras de carácter económico, político, social, institucional y demográfico que hacen más necesario que nunca el fortalecimiento del proyecto europeo.
Lo creo así por tres razones: En primer lugar el origen de las crisis que comento es global y requiere respuestas globales. Así ocurre con los conflictos de seguridad que generan la crisis de los refugiados y las hambrunas que dan lugar a la inmigración económica, una regulación más justa del sistema financiero y del comercio mundial, el rediseño de los modelos de desarrollo y movilidad y de producción de energía y alimentos que necesitamos para hacer sostenible la vida en el planeta para una población en constante crecimiento, etc.
Lo creo también porque ninguno de los Estados miembros por sí mismo tiene dimensión para enfrentar estos problemas. Fortalecer la Unión generar una nueva y verdadera soberanía política a nivel europeo que podría responder a esta crisis necesita adhesión voluntaria, convencimiento y esfuerzo para llevarla adelante, liderazgo y miradas a largo plazo. La actual coyuntura no es la mejor para que se den estas condiciones.
El principal obstáculo para alcanzar este objetivo, inaplazable (no podemos elegir) y por ello mismo teóricamente compartido, es la actitud de los actuales Estados miembros. Se está fomentando un discurso antieuropeo destinado a evadir las propias responsabilidades y acusar a Europa de todos los males. Los gobernantes olvidan las propias responsabilidades y las aportaciones europeas. Paralelamente se quejan de la falta de reacción desde “Bruselas” que no se fortalece porque los estados van muy despacio en ese proceso de construcción.
Por supuesto que las élites comunitarias no ayudan porque la austeridad por si misma no vale para enfrentar el actual problema de competitividad de la economía europea. Hacen falta medidas anticíclicas más potentes que el plan Juncker. Pero además hace falta que los estados de comprometan con las prioridades y objetivos de la Unión cofinanciando los proyectos prioritarios que pueden hacernos mejorar.
De hecho están ralentizando proyectos básicos para aprovechar las ventajas de la unión como la unificación de los mercados digital o de la energía y muy especialmente la vertebración de la Unión mediante infraestructuras que afectan a estas materias y a la movilidad y el transporte. Estas infraestructuras se cofinancian entre unión y estados. Es pues fundamental que se apueste por las que añaden valores europeos definidos en la legislación europea tras acuerdo con los estados. Muchas de estas prioridades de inversión no se cumplen.
La vieja cultura corporativa de los estados nación del siglo XIX en alguna medida ha resurgido empujada por la coyuntura para debilitar el empeño de crear una verdadera Unión Europea que se demostró útil cuando enfrentó con éxito dos retos globales tras las grandes guerras europeas: la paz y el desarrollo económico y social de Europa.
Lamentablemente ahora con nuevos desafíos sobre la mesa algunos discursos políticos están alimentando la dinámica de los “muros” para solucionar todos los problemas y fortalecen el populismo asociado a ese discurso que tiene incidencia en las opiniones públicas estado a estado. Además entorpecen la creación de un suelo de mínimos que consolide el modelo social europeo y combata eficazmente la exclusión en todos los estados miembros.
Por desgracia también se están produciendo episodios de violencia y terrorismo que en ocasiones se responden con desmesura y degradan en algunos casos los estándares de derechos y libertades consagrados en la carta europea de derechos fundamentales. Es la excusa para ir minando la eficacia y compromiso de los estados con algunas de las disposiciones de la Carta Europea de los Derechos Fundamentales.
Frente a este estancamiento tenemos que empeñarnos en superar la situación refundando la Unión de acuerdo con sus valores originales. Y generando un marco institucional coherente con ellos. Así necesitamos una Comisión Europea con autonomía financiera respecto a los Estados miembros, una estructura racional no condicionada por el número de Estados miembros y verdadera capacidad de dirección política. E Parlamento Europeo debería además ejercer un poder legislativo a nivel europeo y ser su cámara territorial lo que obligaría a modificar la legislación electoral para que toda la diversidad europea esté presente en la cámara.
Creo que resulta igualmente imprescindible una armonización fiscal a nivel europeo que obligue a las grandes empresas a tributar donde consiguen los beneficios, que armonice los tipos del impuesto de sociedades en todo el continente y que obligue a todas las haciendas que tengan la calidad de autónomas a nivel europeo a mantener la misma presión fiscal global efectiva en todo el territorio de la Unión. Las especificidades de cada hacienda deben centrarse en las medidas de promoción y estímulo de la economía real. En este rethinking fiscal hay que empezar a madurar una nueva lógica en la que se ponderen más aspectos como la capacidad de la actividad económica y el consumo para integrarse en el movimiento de la economía circular.
El dibujo incluye completar el sistema de gobernanza económica que permita progresivamente mutualizar los riesgos y la deuda y prevenir las crisis sistémicas.
Estas herramientas son imprescindibles porque el modelo de “estados estancos” previo a la construcción europea decae por las razones antes señaladas y porque las dinámicas económica, política, cultural y social no coinciden con las fronteras de los estados
Las políticas que impulsan el modelo 2020 basadas en principios como la especialización inteligente tampoco encajan con los mapas del siglo XIX ni los del XX. Están dando lugar a áreas de desarrollo transfronterizas guiadas por la sinergia industrial, económica, etc. Obligan a acercar la ejecución de las políticas de promoción de la economía real a áreas de desarrollo ajenas por completo a las antiguas lógicas y culturas de los estados.
Creo por otro lado que es fundamental reforzar la vocación social de la Unión Europea. Hay que establecer una cartera de prestaciones mínimas a nivel europeo en el ámbito de la sanidad, la educación y los servicios de seguridad social para mantener el modelo, garantizarlo, seguir siendo referencia mundial en redistribución y enfrentar los problemas que van a venir con el profundo cambio del mercado laboral y las lógicas económicas que se avecinan. Es la mejor respuesta a las incertidumbres de la ciudadanía y a fenómenos como el dumping social interno.
Este capítulo debe incluir además una apuesta radical por el programa de garantía Juvenil y por la igualdad de género. Incorporar al sistema productivo el talento juvenil y femenino es una ventaja competitiva para Europa. Los presupuestos en este tema no deben ser considerados gasto sino inversión, como los recursos que destinemos a combatir la crisis demográfica. Necesitamos políticas de protección a la natalidad y otra respuesta frente a la crisis de los refugiados e inmigración económica.
El Brexit es una consecuencia del discurso antieuropeista y del populismo. El referéndum se utilizó para zanjar la crisis interna de los tories y ha acabado con el Reino Unido. fuera de la Unión. Las consecuencias son tan negativas para los británicos que hay movimientos cívicos para revertir la decisión y condicionantes institucionales (sentencia del tribunal supremo que obliga al parlamento a autorizar y activar el proceso de desanexión) que complican una negociación rápida y firme de la desconexión (evitaría incertidumbres y el efecto imitación que puede tener en otros países). En el aspecto político el Brexit trae aparejado un debate sobre la creación del estatuto de estado asociado y otro sobre los procedimientos de anexión de nuevos estados. Porque lo más probable es que Escocia, como tal, llame a la puerta de las instituciones europeas si se consuma el Brexit.
Siempre que oigo a la gente lamentar el populismo me acuerdo con cierta nostalgia de cuando, como presidenta del Parlamento pusimos en marcha y explicamos a muchos agentes del país nuestra intención de abrir el debate legislativo a la sociedad en general y a la concernida en especial. Pusimos medios para ello y creamos herramientas que aplicaban un modelo de innovación política centrado en propiciar la corresponsabilidad y la participación informada, una interlocución real que hace más difícil la vanalización y dificulta el populismo. Recuerdo que a gustó a quienes se lo presentamos, permitió multiplicar por mil el uso de los servicios digitales del parlamento. Siempre nos preguntaban ¿Y esto porque no lo contáis? La respuesta era siempre la misma: Quienes deciden qué se cuenta no lo consideran interesante.
Por eso creo que combatir el populismo no es solo una cuestión solo de ideología, o de necesidad de proponer y liderar nuevas ideas. Es además una cuestión de cómo hacerlo, de estilos de liderazgo y de gestión del conocimiento social. Frente al populismo desde la política:
Otros sistemas de interlocución con la ciudadanía más participativos y abiertos. Otro tipo de actitudes y pericias en los políticos. Más mediadores que replicantes.Líderes capaces de fomentar la corresponsabilidad, movilizar el conocimiento social, favorecer la implicación, tomar decisiones con estas bases y explicarlas. Necesitamos instituciones representativas, pero más deliberativas y abiertas para que decidan mejor y con más proximidad.Las ideas tienen su espacio. Los procedimientos deben adaptarse a una sociedad que se informa, participa, interactúa y se mueve de otra manera.
Cómo nos posicionamos como Euskadi en este escenario? Yo creo que tenemos una gran ventaja: No añoramos un modelo, el de los estados decimonónicos, que está en plena y total crisis. Aspiramos por el contrario a participar en la definición y construcción de un nuevo concepto de soberanía en el que la identidad nacional sea un derecho más no vinculado al acceso a otros derechos.
Tenemos que con ilusión este reto, porque en este escenario global la identidad está cada vez más vinculada a la solvencia para intervenir eficazmente en la promoción de la economía real y en la redistribución de la riqueza que se crea participando en el proceso ascendente de decisión y ejecutando después las políticas que son más eficaces en el nivel más próximo a la ciudadanía. Esta idea está ya presente en muchas políticas europeas (innovación, transporte, desarrollo regional) empieza a infiltrarse en la PAC y la PPC y esta misma semana ha vuelto a ser subrayada por el Vicepresidente Jyrky Katainen en la Comisión de Transporte.
Hoy Euskadi tienen identidad en Europa por sus buenas prácticas en muchos ámbitos (política industrial, educación, sanidad) ejemplos de las veces que nos han llamado para exponer y por su llamativa evolución en todos los ámbitos tan divergente del estado en el que estamos. Esa es la vía para acceder así al reconocimiento institucional y el ejemplo de cómo sumar a esa soberanía común desde una realidad institucional como la nuestra.
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