LA PELEA GLOBAL CONTRA EL SIDA CON BERMEO EN EL CORAZON
Hoy he tenido que luchar contra la emotividad para poder acabar sin interrupciones la intervención que he realizado para apoyar los objetivos de la reunión de alto nivel que va a celebrar la ONU en Nueva York la próxima semana para tratar de cerrar un plan de acción contra el SIDA con la vista puesta en el año 2030. Se trata de que en 2030 el SIDA deje de ser una amenaza para la salud mundial. Se trata de que en 2030 al menos el 90% de los seropositivos sepan que lo son, que al menos el 90% de ellos estén en tratamiento y que el 90% de los tratados tengan una carga vírica indetectable.
Y claro, para mi hablar de SIDA me pone en contacto con un amasijo de sentimientos demasiado intenso. Demasiada gente muy próxima fue en Bermeo, en mi pueblo, víctima de esta enfermedad en un tiempo en el que se sabía casi nada o muy poco sobre lo que se dio en llamar la peste del siglo XX. Recuerdo que en aquellos años se hablaba de un mal misterioso, incurable, de siniestra y abrumadora capacidad para contagiarse y transmitirse. Una de esas amenazas que hace temblar a cualquiera. Una de esas realidades que abruma cuando, como fue el caso de Bermeo, la ves cada día demasiado cerca.
Por eso me ha parecido obligado empezar esta intervención recordando que promover el apoyo de la UE y su ciudadanía a los objetivos de la ONU para erradicar el SIDA como amenaza para la salud pública en 2030 es para mí razón, pero además, emoción. Porque en los 80, en Bermeo, el pequeño pueblo de pescadores en el que nací, esta enfermedad mató a demasiada gente con la que compartí pupitre, adolescencia, que traté de tú. Demasiadas personas que en espacios y tiempos compartidos, descubrieron la droga y sufrieron la enfermedad, la muerte asociada a esas dos sílabas temibles que se susurraban en cada funeral.
Lo viví. Lo vivo cuando me cruzo cada fin de semana en Bermeo, con parientes y conocidos de los que se fueron, cuando paseo por el cementerio un día de Todos los Santos y veo tantas lápidas precoces, recuerdo tantas caras, tantas voces y tanto dolor.
Pero también he tenido la suerte y la oportunidad de recordar cómo contestamos a aquella terrible tragedia. Ante más de 600 eurodiputados he recordado que no nos achantamos, que se produjo una verdadera rebelión que comenzaron las madres, las mujeres y que gracias a la denuncia, la implicación social e institucional, la esperanza, el rigor conseguimos vencer la enfermedad. Por eso creo útil este movimiento mundial contra el SIDA, que tiene su dimensión global pero también su dimensión local y he reivindicado la misma oportunidad, el mismo alivio, para todas y todos los que se enfrentan a un enemigo hoy ya visible y conocido que solo puede rearmarse si desperdiciamos lo que ya hemos conseguido.
El SIDA sobrevive hoy en la pobreza, con la marginación, con los prejuicios, con la desigualdad. Mayoritariamente tiene rostro de mujer. Es una bomba de relojería emboscada en lo que llamamos tercer mundo, pero también en la Europa oriental. Para desactivarla necesitamos evitar los vetos que el fundamentalismo quiere imponer en esta cumbre a las asociaciones más activas y útiles. Hay que defender los “recortes cero” contra el SIDA, porque cinco mil millones de dólares más al año de lo que hoy se invierte bastan para cumplir objetivos. Porque apostando por ciudadanos activos, leyes que no dificulten el acceso al tratamiento a las poblaciones de riesgo, más igualdad, más mujeres empoderadas y más humanidad vamos a vencer el SIDA. Estamos ante un último esfuerzo para alcanzar una meta que tenemos al alcance de la mano.
En este empeño sobra la moralina barata, el conservadurismo de andar por casa y hay que apoyar todas las iniciativas que tiendan a generar igualdad. Es muy importante en este tema la que tenemos pendiente entre hombres y mujeres y también la que afecta a los colectivos LGBTI, tan afectados por esta enfermedad. Por eso esta misma mañana al llegar a Estrasburgo lo primero que he hecho ha sido sumarme a una campaña que entre varios grupos parlamentarios estamos trabajando para que las familias “arcoiris” tengan iguales derechos que las convencionales. Una iniciativa incluida en nuestra hoja de ruta sobre los derechos de estos colectivos.
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