DE PESCADOS, GATOS Y LIEBRES
Esta noche he iniciado mis intervenciones en esta semana de pleno reivindicando que se cree un sistema obligatorio de etiquetado para identificar el origen del pescado y especialmente el que se utiliza en las latas de conserva. He defendido esta posición haciéndome eco de una reivindicación largamente apoyada por el sector pesquero artesanal, un poco harto de que también en el ámbito de los productos pesqueros sea posible que te den “gato por liebre”.
El tema se ha puesto sobre la mesa durante la tramitación de una pregunta en torno a un estudio de la ONG “Oceana” que demostró que más del 30% del pescado servido en algunos restaurantes de las propias instituciones europeas o comprado en pescaderías de Bruselas no provenía de las aguas que figuraban en la etiqueta. Este trabajo pretendía denunciar que el etiquetado voluntario favorece este tipo de fraudes.
El examen al que se sometió el pescado servido en diversos restaurantes de la capital comunitaria demuestra que el control del origen del pescado que consumimos solo se garantiza mediante normas obligatorias. Hoy la tecnología permite monitorizar suficientemente la procedencia de los productos pesqueros. Esos procedimientos , que se utilizaron con plena eficacia para realizar este trabajo, se han desarrollado porque los consumidores tenemos derecho a saber qué comemos y porque hay grupos que aprecian la diferencia y están dispuestos a pagar por ella.
Yo desde luego, por origen y convicción nunca olvido que en la otra parte de la cadena están los productores que están empeñados en convertir en hechos principios como la sostenibilidad medio-ambiental, social y ética de sus producciones. Personas con cara y ojos que conozco muy bien. Gente como la que en mi pueblo lleva décadas luchando por mantener un oficio duro y del que hablan mucho personas que solo lo conocen de oídas. Por eso el siguiente paso, el paso lógico, es apoyar progresivamente un etiquetado con más garantías. Porque se ha demostrado que la voluntariedad favorece el fraude y perjudica a quienes cumplen.
Yo desde luego sé que hay sectores y profesionales de la pesca que llevan años reclamando más rigor en la trazabilidad de los productos pesqueros y etiquetas que apoyen el esfuerzo de añadir valor a la producción pesquera que se vende fresca o transformada. Etiquetas que propicien que la mayor parte de dicho valor quede en manos de quienes más lo merecen. Y estos son quienes pescan o cultivan productos pesqueros mediante técnicas tradicionales y sostenibles y quienes los transforman aplicando esos valores. En definitiva quienes trabajan para ofrecer calidad y un producto diferenciado y mantienen así el empleo y el medio en las zonas costeras europeas.
El tema lleva años preocupándome. De hecho el pasado nueve de diciembre y con el apoyo de mi grupo parlamentario organizamos un seminario en torno a este problema. Experiencias como la primera denominación de origen de un producto pesquero, el “Mejillón de Galicia”, o el “Bonito del Norte” necesitan una normativa más estricta y obligatoria sobre etiquetado para garantizar el origen del pescado no solo en fresco sino también en transformado y muy especialmente en lo que atañe a las conservas”.
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