BREXIT O ENGLANDEXIT? HABLEMOS DEL DERECHO A DECIDIR.
Esta semana está siendo silenciosa pero productiva. De esas que llevan decenas de intensas horas de trabajo que acaban precipitando en acuerdos en informes, enmiendas, iniciativas, etc. en los que pocos se fijan a la hora de evaluar el trabajo que realizamos aquí. Pero también hemos tenido algunos debates públicos de primer nivel. Os aconsejo, si tenéis tiempo y curiosidad, que os lo miréis entero. Esta misma tarde en lo que aquí llamamos minipleno hemos debatido sobre el acuerdo alcanzado in extremis en el consejo para evitar el mal llamado Brexit. Porque al paso que vamos igual se convierte simplemente en Englandexit. Y eso tiene su miga. Trato de explicarlo.
Nosotros desde luego hemos expresado nuestra preocupación y desacuerdo con los contenidos del acuerdo alcanzado en el Consejo Europeo para que el gobierno británico haga campaña a favor del sí en el referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la UE. Nos parece clandestino el proceso negociador y negativo el resultado si se quiere construir de verdad una Europa federal y consolidar el concepto de ciudadanía europea.
Para defender esta posición he acudido al pleno con el cartel que en 1933 utilizó el PNV para convocar las celebraciones del Aberri Eguna bajo el lema «Euskadi-Europa». Parapetada tras la llamativa imagen que ha dado testimonio en el hemiciclo de nuestra vocación europeísta desde las primeras décadas del siglo pasado, he destacado la preocupación que en un partido que lleva apostando por Europa desde hace tanto tiempo produce el contenido de un acuerdo que ralentiza la consolidación de la Europa federal, que debilita el concepto de ciudadanía europea, y que insiste en una forma opaca de hacer y negociar. Ese juicio nos merece el recorte de derechos sociales para nacionales de otros estados miembros en el Reino Unido, la posibilidad de vetar normas europeas que no gusten en las islas o la consolidación de la excepcionalidad del estatus británico como socio de la Unión. Esa opinión nos merece los efectos que tendría una salida de los británicos de la UE en un momento de crisis como el que tenemos en el que debiéramos estar haciendo exactamente lo contrario: ocuparnos de consolidar y hacer much9o más operativa nuestra unión.
Menos mal que finalmente el acuerdo pasará por aquí y el Parlamento conserva cierta capacidad de mejora de los contenidos. Se necesita porque desgraciadamente el documento que los recoge comenzó a escribirse más para resolver los problemas internos de Cameron en Gran Bretaña que los de Europa y los europeos. Una vez más Bruselas se ha utilizado en un debate nacional como chivo expiatorio de problemas que se generan en suelo propio. Es lo que tiene el populismo. Y es lo que tiene la falta de líderes de talla que apuesten, aún a contracorriente por propuestas que son más difíciles de explicar que de entender. El problema es la dificultad que existe para hacerlas llegar a la opinión pública.
Espero que las advertencias de los operadores de la City londinense o las del gobierno americano recordando que las islas británicas quedarán al margen del TTIP si abandonan la unión muevan a la reflexión. Otros argumentos más a nivel de calle pueden comenzar a vaciar los aviones que muchos rentistas y jubilados británicos llenan todas las semanas con destino al sol mediterráneo. Cómo se les apliquen los mismos principios de discriminación que algunos británicos quieren aplicar a otros ciudadanos de la Unión, dejará de ser tan sencillo lo que en algunos foros se ha llamado no sin razón «turismo sanitario».
Pero además toda esta turbulencia anuncia que se va a reabrir otro debate que, mira por donde también hace falta si finalmente el referéndum decide la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Hoy he escuchado por ejemplo a una colega galesa hablar de esto. Desde la convicción europeísta que nos anima, compartida por otras naciones europeas sin estado, advierto además que quizá sea más correcto hablar de Englandexit que de Brexit, porque hay reinos británicos que advierten que lucharán por seguir siendo parte de nuestra Unión si las cosas se tuercen.
Si tal cosa ocurre vaticino que se va a abrir otro debate sobre el derecho a decidir de las naciones sin estado que queremos sumar en Europa. Pero además en esas circunstancias cambiará el discurso escapista que destilan ahora las instituciones europeas cuando enfrentan este problema. Creo que pronto vamos a coincidir que sumar con el europeísmo de escoceses, galeses, vascos, catalanes o flamencos es una cuestión de democracia y de derechos fundamentales y plenamente europea y además un impulso que construye europa con más vigor.
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