UNA COMISIÓN CON «NUCLEO DURO»
La composición de la nueva Comisión Europea que ha desvelado esta mañana su nuevo Presidente Jean Claude Juncker revela hasta qué punto el nuevo presidente de la Comisión es consciente de la reforma que las instituciones europeas necesitan si realmente quieren contribuir a construcción de la Europa federal que necesitamos. Una creación pensada para hacernos relevantes en el mundo en aquellas cuestiones en que no podemos serlo estado por estado. Una estructura capaz a la vez de integrar una diversidad rica y compleja y aprovechar las capacidades y competencias que a nivel nacional pueden contribuir a impulsar la actividad y mejorar la competitividad del cada vez llamado con más propiedad “viejo continente”.
Para empezar, ningún gobierno serio en el mundo, por muy grande que sea la dimensión del país al que responde, puede funcionar con 27 carteras. Juncker ha propuesto una estructura que respeta el formalismo al que obligan los tratados, un comisario por estado miembro. Sin embargo rediseña este absurdo para encaminar su equipo hacia lo que debe de ser, un verdadero ejecutivo, con menos carteras, mejor organizado, más cohesionado y comprometido con un programa Europeo que vinculado a los gobiernos de cada estado miembro.
Reiterar en la Comisión el estatalismo al que responde el Consejo Europeo siempre fue una mala idea. En una Europa con las nuevas atribuciones en materia de gobernanza económica y supervisión financiera tiene menos sentido. El último eslabón para dar al gobierno europeo la autonomía que necesita es liberarlo definitivamente de la directa vinculación que tienen sus presupuestos con las contribuciones de los estados miembros. Esa ligazón marca la diferencia entre poder disciplinar a los estados que no se comprometan con las prioridades de inversión a nivel europeo que cofinancia la Comisión o no poder hacerlo. Por eso conseguir esta autonomía es uno de los objetivos del programa de Juncker. Mi grupo está por la labor de apoyarle en el intento.
Del mismo modo me parece consecuente esta estructura con las prioridades anunciadas por Juncker, pues la vicepresidencias clave estan relacionadas con sus objetivos prioritarios: una verdadera unión energética europea, menos burocracia y una combinación decidida entre los esfuerzos por mantener la estabilidad presupuestaria y poner en marcha programas de reactivación de la economía que permitan, además sostener el modelo social europeo.
Ya recordaréis que el programa de Juncker mejoró ostensiblemente tras integrar propuestas planteadas por ALDE que son básicas para regenerar el proceso de construcción europea. Mejora el apoyo a la economía real y las políticas de crecimiento y el respeto al modelo social europeo. Mejora también la credibilidad y legitimidad democrática de las instituciones comunitarias y la transparencia de sus procesos de decisión con una profunda revisión de la Troika. Refuerzo de la gobernanza económica de la zona Euro y la capacidad presupuestaria e independencia de la Comisión frente a los estados y una mención expresa al principio de subsidiariedad y a la importancia del ejercicio en su nivel competencial de los poderes locales y regionales. Solo así es posible devolver a Europa al crecimiento sobre la base de la reactivación y un plan específico para la reindustrialización europea con especial atención a las Pymes. Es igualmente básico equilibrar las políticas de estabilidad con las de crecimiento sobre la base del apoyo a la economía real y un decidido impulso a las inversiones con valor añadido europeo especialmente en transporte, energía e infraestructuras para el desarrollo de la economía digital. Y para eso se ha comprometido un plan de inversión de 300.000 millones. Esa fue la base de nuestro apoyo crítico a su candidatura, avalada, por cierto, por su incontestable victoria electoral y el compromiso de conseguir que esa voluntad popular fuese decisiva a la hora de nombvrar al presidente de la nueva Comisión Europea.
Me agrada además recordar que dos de las siete vicepresidencias que formarán de facto el gobierno europeo han correspondido a políticos demócrata-liberales. Tal es el caso de la Vicepresidenta de Unión Energética que desempeñara la eslovena Alenka Bratusek, bajo cuyo mandato se ubica el comisario español Miguel Arias Cañete y el estonio Andrus Ansip, actual diputado de nuestro grupo y futuro responsable del todo el área de nueva economía y unidad del mercado digital. Ambos fueron primeros ministros en sus países. Europa del este gana así también peso en la nueva Comisión.
Así, Juncker ha querido señalar a los estados proponentes su disconformidad con el escaso número de candidatos de sexo femenino que han enviado para confeccionar este nuevo equipo. Solo nueve de los 27 comisarios son mujeres, como en la anterior legislatura. El nuevo presidente, sin embargo, ha colocado a tres en su “núcleo duro” de siete vicepresidentes. La familia política que forma nuestro grupo parlamentario se destaca en este aspecto. Cuatro de los cinco comisarios propuestos por gobiernos demócrata-liberales son mujeres. A la ya citada Alenka Bratusek, se añaden Vera Jourova (Justicia, Consumo e Igualdad), Margrethe Vestager (Competencia) y Cecilia Malmstrom que abandona Interior para ocuparse de Comercio y negociar el acuerdo comercial con los U.S.A. Por ambas razones nuestro grupo sale netamente reforzado respecto a la presencia que ostentaba en el equipo de Barroso. Aquí podéis leer la nota al respecto que ha publicado esta misma tarde nuestro presidente Guy Verhofstadt.
Ahora falta saber si este equipo superará el examen del euro cámara. Al candidato español, Miguel Arias Cañete, hombre experimentado, capaz y con el que siempre he tenido buena relación, conocedor de la burocracia de Bruselas, buen negociador y afable en la distancia corta, le esperan dos retos de no poca enjundia. Para empezar el propio Juncker le ha animado hoy a que aclare las desafortunadas declaraciones machistas que mediatizaron la recta final de la pasada campaña electoral. Igualmente hoy se recuerdan por aquí sus estrechos vínculos con determinados emprendimientos en el sector de la energía fósil que pueden abrir otro tipo de debate. Ambos pueden frustrar su llegada al edificio de Berlaymont.
Finalmente convendría insistir en las lecturas sobre la composición del nuevo gobierno de la Unión en términos europeos en vez de tratar de reducirlo todo al protagonismo que tiene cada país en el colegio de comisarios, como ha recordado un Juncker que empieza a demostrar que está dispuesto a cumplir su programa. Aplicando ese criterio la melancolía se impone en algunos estados. Y razones tienen para ello los anclados en ideas muy del pasado como es el caso español. Los estados nación del XIX ya no existen. Por eso quienes queremos participar en el proyecto europeo de otro modo tampoco aspiramos a ser lo que ya no son esos estados.
Mejor acostumbrarse a pensar en clave europea cuando hablemos de ciudadanía y entender que la identidad nacional va a ser en ese nuevo escenario, un derecho más. Una opción personal que ninguna autoridad podrá imponer a nadie. Ese es otro paso decisivo para construir la unión federal que es el objetivo final de este proceso. Y un debate al que esta Comisión Europea deberá dar respuesta porque responde a un problema real. Hay más euroescepticismo y obstáculos para la integración europea en los estados que se perciben a sí mismos como indisolubles que en el ánimo de quienes hace tiempo hemos comprendido que así no vamos a ninguna parte y llevamos setenta años comprometidos con el federalismo europeo. El próximo 18 de septiembre en Escocia tendremos ocasión de comprobar como este tipo de cuestiones no son, en absoluto, problemas internos de los estados miembros.
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