LOS COMPROMISOS ESTÁN PARA CUMPIRLOS. NECESITAMOS UN SISTEMA INTEGRADO EUROPEO DE MOVILIDAD
La otra historia del día la he vivido en Tallín en donde la Comisión Europea me pidió que interviniese en los TEN-T Days para hablar sobre tres conceptos que considero básicos para culminar un sistema de movilidad europeo digno de tal nombre: transparencia, responsabilidad y compromiso. Creo que en materia de transporte la ciudadanía y la economía europeas no pueden elegir. Hay que transformar nuestros servicios fragmentados de transporte en un sistema de movilidad que permita una circulación no solo libre sino eficiente de mercancías y personas por todo Europa. En nuestro caso tenemos una responsabilidad en esta misión. Hay que acabar con el cuello de botella que supone la antigua frontera con Francia. Antes había aduanas. Ahora múltiples problemas de todo tipo que forman una barrera casi tan tupida como la que superábamos antes. Y las infraestructuras ferroviarias son claves en este empeño. Hoy desgraciadamente he tenido que debatir con una de las intervinientes que ha dicho allí que la ciudadanía vasca está contra estos proyectos y que además los ha vinculado a no se sabe qué extrañas mafias. He tenido que recordarle que la inmensa mayoría de los votantes vascos avalan una y otra vez con sus votos estos proyectos y que la única mafia que en Euskadi ha rodeado este proyecto ha sido la amenaza, cumplida en el caso de Ignacio Uría, del terrorismo de ETA. Se ha hecho un silencio más que espeso en la sala al recordar cosas como esta.
Lo cierto es que tenemos que movernos y lo cierto es que en este tipo de proyectos la implicación regional y local cuando se mira hacia Europa ha sido en nuestro caso fundamental. Si no llegamos a acordar un sistema que nos ha permitido ejecutar parte de las obras, aún estaríamos hablando de un proyecto en el caso de la Y vasca. Y lo cierto es que hay que darse prisa, porque nuestra situación está amenazada por cinco problemas que solo podemos resolver a nivel europeo:
1.- Responder a una demanda creciente. En 2050 en Europa se habrá incrementado en un 80% el movimiento de mercancías y en un 50% el movimiento de viajeros.
2.- Aprovechar las oportunidades de generación de empleo y para la innovación que ofrece este sector. La industria del transporte emplea hoy a 10 millones de personas, representa un 4,5% del empleo total y el 4,6% del producto interior bruto (PIB). La fabricación del material de transporte genera un 1,7% adicional del PIB y un 1,5% de empleo. Los productos y servicios relacionados con la movilidad sostenible representarán un mercado mundial de 300 mil millones de euros en 2020 (hoy es de 200 mil millones de euros)
3.- Resolver la saturación de nuestros actuales sistemas de movilidad que nos cuestan al año un 1% del PIB europeo. Además la logística, el transporte y el almacenamiento, representan entre un 10 y un 15% del coste de un producto acabado.
4.- Superar la dependencia energética del petróleo. El transporte cubre el 96% de sus necesidades de energía con derivados de este combustible fósil. El petróleo procede de regiones inestables y escaseará en las próximas décadas. Según las previsiones, en 2050 su precio superará en más del doble el nivel de 2005. Europa importa un 84% del crudo del extranjero. En 2010, el coste de la importación de petróleo fue de unos 210 000 millones de Euros.
5- Enfrentar los problemas medioambientales que genera esta dependencia. Movimiento de personas y mercancías produce un cuarto de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE. la mayor parte de ellas, el 71,3% el transporte por carretera. De aquí a 2050, la UE tendrá que generar un 40% de las emisiones que registró en 1990.
Por eso el libro blanco de transporte de la Comisión Europea, plantea eliminar antes de 2050 los vehículos de combustión interna tradicional en las ciudades. Al menos el 40% de los combustibles para la aviación serán hipo- carbónicos y el transporte marítimo reducirá en un 40% sus actuales emisiones. Además el 50% de los desplazamientos de personas y mercancías para media distancia pasarán de la carretera al ferrocarril y otros medios alternativos, incluyendo la navegación marítima y fluvial.
Es mejor que estos objetivos pasen de las palabras a los hechos. Hablamos mucho de rentabilidad pero a lo peor tenemos que empezar a hablar de supervivencia. Todas las previsiones científicas apuntan a que si no conseguimos reducir las emisiones del transporte en un 80-95% para 2050 respecto a los niveles de 1990, el calentamiento global superara a finales de siglo los 2 grados centígrados con consecuencias que pese a que están calculadas nos resultan difíciles de imaginar e imposibles de asumir.
En mi opinión, la clave para resolver estos problemas está en transformar la fragmentación que caracteriza hoy el transporte en Europa en un sistema integrado de movilidad que elimine las barreras que provocan la mayor parte de los problemas descritos: Las que explican la preponderancia del transporte por carretera; el escaso desarrollo del ferrocarril; el incipiente desarrollo de las autopistas del mar; los problemas de mercado de los combustibles alternativos…Necesitamos una verdadera unidad de mercado también en el transporte.
La fragmentación está vinculada a las decisiones de las personas, a intereses muy concretos, a monopolios tradicionalmente estatales, a formas de hacer, a culturas de los usuarios y a modelos de negocio que aspiran a agotar su rentabilidad antes de iniciar un tránsito que se sabe imprescindible. En consecuencia el liderazgo y la voluntad política son imprescindibles. Ambos proporcionan la seguridad económica y jurídica que moviliza la voluntad de los usuarios y de los operadores en el sector del transporte.
Por eso hoy mismo he lanzado en este foro una provocación: Creo que mover las posiciones políticas que fragmentan hoy el mercado de transportes es más difícil que conseguir el medio billón que necesitamos para acabar la red básica del sistema trans-europeo de transporte que hemos diseñado, acordado y nos proponemos a ejecutar tras la aprobación de los TEN-T. No he elegido este ejemplo por casualidad. Hacen falta 550 mil millones para finalizar la red TEN-T para 2020, de los que 215 mil millones se dedicarán a eliminar los principales obstáculos. Todos ellos son cuellos de botella evidentes, reconocidos, ubicados en espacios transfronterizos. Su eliminación ha sido cuidadosamente analizada y planificada de acuerdo con un sistema de prioridades transparente, conocido y aceptado por todas las partes. Instituciones europeas y estados miembros han acordado inversiones y plazos de ejecución que deberían comprometer si hubiese compromiso.
Pero no lo hay. El despliegue de la red de banda ancha es fundamental para añadir inteligencia a la gestión de la movilidad, para optimizar el uso de las infraestructuras, vehículos y energía. Ya se anuncian recortes de más de 8.000 millones para unas inversiones que podrían ahorrar en pocos años diez veces esa cantidad.
Con el ferrocarril pasa algo peor. Algunos países han publicado, en paralelo a la aprobación de los TEN-T, planes de movilidad que anulan los compromisos adquiridos para con las redes prioritarias de transporte en Europa. No es que en esos estados no haya dinero para financiar los proyectos que añaden valor europeo a sus infraestructuras. Sencillamente van a dedicarlos a otros fines. En algunos casos el origen de la medida es seguir garantizando la posición de ventaja de que disponen algunos monopolios estatales. En otros satisfacer problemas de claro carácter clientelar o logísticos de corte estrictamente local.
Añadamos a este panorama realidades injustificables que estamos tratando de resolver en el informe sobre interoperabilidad ferroviaria: Un fabricante de material rodante debe dedicar el 30% de lo que le cuesta poner en el mercado una locomotora a los gastos administrativos de homologación para que pueda circular por más de tres estados miembros. En nuestra Unión Económica, Política y Monetaria, ninguna empresa fleta trenes para ofrecer transporte limpio y barato a una demanda que existe. No hay oferta porque para ofrecer ese servicio hay que emprender gestiones burocráticas imposibles frente a 28 agencias de ferrocarril, que aplican un conjunto de 11.000 normas. Hay que prepararse para atravesar países que, siendo fundadores de la Unión, no se reconocen mutuamente los sistemas de frenado de los trenes.
Por eso compromiso y responsabilidad son una condición previa al dinero, a la financiación para afrontar un desafío al que damos respuesta o puede acabar colapsando nuestra economía y comprometiendo la sostenibilidad del planeta. Con el ciclón financiero hemos vivido lo suficiente. La resistencia a disponer de una gobernanza económica y sistemas de supervisión, la oposición a los eurobonos, a otros instrumentos flexibles de financiación para inversiones de valor añadido europeo, la negativa a dotar a la Comisión de un nivel razonable de autonomía financiera, etc. están ralentizando la salida de la crisis. Y lo que es peor están reabriendo una brecha entre estados que tiene orígenes más complejos que el mero diferencial entre competitividad, productividad o talento de las muchas identidades nacionales que con o sin estado forman Europa.
Por he terminado en Tallín mi intervención con una apelación directa al compromiso, a la responsabilidad, y a la transparencia, porque solo la opacidad permite que se perpetúen estas situaciones. Tenemos que aplicar estos tres principios a la construcción de verdad de un espacio europeo en el que además de compartir las prioridades básicas obremos en consecuencia. En materia de transporte la realidad no nos deja alternativas. O construimos un sistema integrado de movilidad o afrontaremos graves consecuencias. Por eso desde mi responsabilidad como eurodiputada, desde mi origen vasco, una de las identidades europeas que apostó decididamente, desde el principio y en durísimas condiciones por el proyecto europeo, digo si a la responsabilidad, a la transparencia y al compromiso. Démosle una oportunidad a Europa porque lo que es bueno para ese proyecto común es bueno para todos sus habitantes. Los compromisos adquiridos en iniciativas como los TEN-T y los criterios utilizados para aprobarlos son conocidos, transparentes. Son un ejercicio de responsabilidad y una apuesta por el valor añadido europeo. Por eso hay que cumplirlos.
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