LAMPEDUSA Y EL LADO OSCURO

Algunos de los debates vespertinos en la sesión de hoy en el parlamento europeo nos han puesto en contacto con el lado oscuro de este continente. Hoy hemos tenido un debate sobre la tragedia de Lampedusa y otro sobre los rebrotes de violencia sectaria y xenófoba protagonizados por la extrema derecha en Europa. Precisamente las formaciones y líderes que hacen discursos incendiarios contra personas, seres humanos como los que este fin de semana tras más de cuatro mil kilómetros de recorrido primero por mar y luego por tierra se acercan a nosotros buscando una vida mejor.

Los muertos de la tragedia de Lampedusa son, en mi opinión, una inasumible factura de los regímenes tiránicos y de sistemas de desgobierno que hemos permitido en países que fueron colonias europeas. Allí no se puede vivir. No hay Democracia, pero tampoco hay expectativas para casi nadie. Conviven comunidades deprimidas en el límite de la supervivencia con increíbles fortunas personales construidas sobre la base de una gestión despótica de las personas y los recursos y unas prácticas nada edificantes de las muchas empresas «civilizadas» que consideran comprar al sátrapa local una parte más de los costes de explotación.

Aunque todos sabemos que estas cosas ocurren, a ninguno nos gusta asumir que algunos de los metales que animan nuestras pantallas multimedia se consiguen gracias a ese círculo vicioso. Por eso ponemos el foco en el síntoma, los problemas en las fronteras, las pateras, los cupos de inmigrantes, pero seguimos sin reconocer la enfermedad.

Acabar con ella requiere mucho más que localizar pateras, repatriar inmigrantes sin papeles o rasgarnos las vestiduras y enterrar muertos. Aprendamos de las fotografías de tantos de nuestros gobernantes con conocidos tiranos en alegre compa a. Los mismos medios que las publicaron en sus primeras páginas envueltas en elogiosos editoriales son los que las glosaron como muestra de una infamia que solo percibieron cuando no quedaba otro remedio.

Por eso es evidente que hay una primera tarea obvia: la asistencia, la solidaridad material con quienes siguen llegando y un reparto razonable de cargas y responsabilidades entre todos los países miembros de Europa. No es de recibo que  los que se sienten lejos de la frontera con ese mundo sin esperanza crean que el problema está solo en aquella dramática muga.

Pero creo que si de verdad queremos cambiar la situación tenemos que poner el acento en una cooperación más práctica y controlada con los países de origen. El mundo necesita además un modelo de diplomacia a la altura de los valores fundacionales de la UE: que enfrente el desgobierno, la tiranía o la guerra que expulsa de su tierra a seres humanos sin esperanza. Que haga imposibles las imágenes que nos ruborizaron hace tan poco tiempo. Porque ahora, desgraciadamente, las consideraciones geoestratégicas o económicas olvidan muchas veces a las personas. Gente que aspira, con todo el derecho, a vivir como nosotros. Gente que se deja la vida en tragedias como la de Lampedusa. Por eso le he preguntado a la comisaria malstrom a ver cómo se siente de acompañada por los estados miembros en un esfuerzo que se deja solo en manos de unos pocos y que se parece bastante al de sacar agua del mar:

Mientras adentro, en Europa se pueden hacer más cosas. Una de ellas controlar discursos xenófobos, vergonzosos como los que la extrema derecha , amanecer dorado, los auténticos finlandeses, y tanto populista del tres al cuarto hace sobre la inmigración, sobre la democracia, sobre la pluralidad. En Europa se aprendió una durísima lección sobre los efectos que pueden producir estos discursos. No en vano en buena parte de los estados de la actual unión europea la cruz gamada es un recuerdo demasiado reciente para olvidarlo. No en vano en cualquier ciudad y pueblo europeo no es difícil encontrar monumentos funerarios en honor a los mártires de lo que para mí fue una sola guerra que duró desde 1914 a 1945. Sin embargo los Le Pen y compañía parecen empeñados en desenterrar la serpiente.

 Por eso, quizá porque la extensión territorial del fenómeno nazi y el número de víctimas resulta hoy sencillamente brutal las instituciones europeas están muy sensibilizadas contra cualquier brote neonazi. Pero se olvidan o prefieren considerar un problema de cada estado miembro de otros fenómenos de intolerancia y fanatismo que beben de las mismas fuentes, persiguen los mismos objetivos y utilizan los mismos métodos que los neodiscípulos de Hitler.

Por eso hoy he solicitado a las instituciones europeas más implicación en la lucha contra el neofranquismo. Los neonazis no son el único problema de intolerancia, xenofobia y radicalismo de derechas en Europa. Creo de verdad que las autoridades españolas necesitan  un toque de atención europeo para que reaccionen contra el rebrote de la ultraderecha franquista.

A las víctimas de la dictadura franquista les ha faltado justicia, reparación y memoria. Han callado, han evitado el odio y han huido de la venganza, por mucho que los efectos de todo tipo del franquismo sobre la sociedad española explique por ejemplo la escasa fama que tiene la tolerancia o el respeto a la diversidad en determinados estamentos de la sociedad.  Sin embargo hay tolerancia para otras cosas bastante peligrosas. Hoy los nostálgicos de aquel régimen disponen de partidos políticos, fundaciones y el consecuente grado de amparo institucional. Ello contrasta con el justificado celo con que se han combatido otras manifestaciones de fascismo en España, como la violencia de ETA. Aplicando a algunos de los tipos penales en que han  incurrido algunos ultraderechistas el derecho de excepción que se aplica sobre un miembro de jarrai los asaltantes de la librería Blanquerna estarían cuando menos en prisión preventiva. Su «machada» se ha saldado con 300 euros de multa por cabeza.

Pero ojo, no pido que en este trabajo contra la intolerancia se incurra en excesos como los ocurridos en España en la lucha antiterrorista que ha producido un derecho de autor incompatible con el respeto de derechos fundamentales como recuerdan y sancionarán numerosas y próximas sentencias de los tribunales europeos. Tendremos ocasión de comentarlo, pero de confirmarse el fallo sobre la doctrina Parot las palabras que he escuchado hoy al ministro del Interior implican una preocupante amnesia en torno a algunos de los principios fundamentales del estado de derecho. las personas a las que se refiere habían cumplido las condenas que se les impusieron. Los artificios jurídicos construidos para retorcer principios básicos como el de la no retroactividad retratan a quienes los idearon, los pusieron en marcha y siguen defendiéndolos contra la evidencia de que son aberraciones democráticas. Y mejor harían en corregir otros desafueros parecidos como la increíble condena recaída sobre la mesa del parlamento vasco por cumplir el reglamento de aquella cámara para no tener que volver a ponerse colorados. Porque aquel famoso todo es ETA se aprovechó para mucho más que enfrentar el terrorismo. Se utilizó para tratar de deslegitimar posiciones políticas perfectamente democráticas por sus contenidos y trayectoria.

A mí me resulta realmente tenebroso y amenazador el anuncio por televisión por parte de una persona con nombre y dos apellidos, de la constitución de una organización terrorista destinada a asesinar ciudadanos independentistas. No comprendo cómo agresiones de todo tipo y actos de exaltación de esta dictadura criminal, incluso ferias subvencionadas por municipios, proliferan en España. No comprendo cómo no han tenido una reacción consecuente de las  autoridades hispanas. También me duele que las instituciones europeas hayan respondido a diversas preguntas y requerimientos realizados a través de preguntas en torno al rebrote del neofranquismo de una manera dubitativa, tibia y recelosa.  Otras manifestaciones de extremismo derechista europeas se abordan con mucho más interés por parte de las autoridades europeas.   Así ha destacado que «el  neonacismo no es el único problema de intolerancia xenofobia y radicalismo derechista en Europa. Por eso he pedido formalmente a  las autoridades comunitarias más implicación contra estas expresiones de intolerancia y fascismo.

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