VIDA Y ESPERANZA. MALALA YOUSAFZAI PREMIO SHAJAROV
Otra buena noticia. Malala Yousafzai ha sido designada este año premio Shajarov por el Parlamento Europeo. El Parlamento europeo entrega el este galardón desde 1988 a personas que dedican su vida o desarrollan actividades en defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión. Me alegro por muchas razones. No fue fácil conseguirlo. Nos unimos cuarenta diputados para impulsar una candidatura que lo merecía. Y trabajamos para conseguirlo porque esta joven paquistaní está dando un ejemplo conmovedor del valor de los principios, la determinación y el coraje. Y demuestra cada día que la formación es la clave para que todos podamos aprovechar el inmenso talento que hay en el mundo. Un patrimonio que en no pocas ocasiones se frustra por la escasez de medios que en muchos países se dedica a la educación o directamente por las prácticas fascistas.
No sé si todas y todos conocéis el caso de Malala Yousafzai. Tengo que reconocer que leí la noticia de su atentado y me llamó la atención por su crueldad y lo que significaba. Os he adjuntado una copia del periódico en el que lo leí. Desde que sufrió el atentado hasta que comencé a oír hablar de nuevo de ella pasó más de medio año. pero dónde me cautivó, donde realmente comprendí que estábamos ante una verdadera líder fue el impresionante discurso ante la asamblea general de las Naciones Unidas que protagonizo apenas cumplidos los 16 años. Un conjunto magistral de sentimientos, la puesta de largo de una enorme persona. Una pieza que tiene la grandeza de lo clásico y que se ha convertido en un ejemplo de dignidad, coraje y liderazgo. Por eso espero ansiosa el pleno de noviembre en el que volveremos a oír a Malala cuando viaje hasta Estrasburgo para compartir con nosotros su historia de superación y coraje.
Dijo muchas cosas en la ONU. Me encantó su fe en la educación, en el poder de los libros, los lapiceros y las los profesores para cambiar el mundo. Me conmovió el mensaje hacia sus victimarios, lleno de misericordia y diría que hasta de comprensión hacia personas que probablemente han tenido muy pocas oportunidades para escapar del montaje sectario en que se han convertido algunas colectividades en Pakistán. Una forma de funcionar que me recuerda a las muchas personas que he visto en nuestro país odiar por decreto, para no desmerecer, para no quedar mal. Justificar lo indecente para no parecer débil o tibio. Arrebatar a los demás los más básicos derechos y celebrar el dolor y la muerte de los otros. Me recuerda ese rencor aprendido, manierista, furibundo y cobarde que nos ha amargado la vida tantos años. Y me permite medir con bastante conocimiento de causa el gesto de perdón de Malala.
Finalmente Estrasburgo será otra etapa en la campaña de esta joven pakistaní en favor de la educación para todos y la integración de las mujeres en el sistema educativo. Malala inició esta reivindicación a través de un blog personal cuando contaba solo 11 años. Sus agresores justificaron el tiroteo que pretendió acabar con su vida por «promover la cultura occidental». Tras recuperarse en un hospital británico, en Birmingham la Yousafzai ha puesto en práctica a conciencia su divisa: una palabra vale más que mil balas.
Por todo esto no tuve la menor duda en suscribir e implicarme en la candidatura de la adolescente pakistaní. Malala tardo tres meses en curarse, pero ha vuelto. Lejos de amedrentarse se ha convertido en una referencia para todos los humanistas, para la democracia y para la causa de la igualdad entre sexos. Ha demostrado una capacidad y un liderazgo que son una esperanza para los oprimidos y especialmente para las mujeres en todo el mundo.
El conocimiento, la formación y la educación son ya las claves las claves del desarrollo. Malala luchó para ir a la escuela y estuvo a punto de perder la vida por ello. Ahora sigue formándose y el mundo ya disfruta y se beneficia de su talento. Pensemos en cuantas Malalas pierde la humanidad impidiendo el acceso de tantas personas y especialmente de tantas mujeres a la educación y la cultura. Y no miremos tan lejos. Aquí en la civilizada Europa las mujeres siguen cobrando menos que los hombres y está costando un verdadero esfuerzo conseguir que tengamos al menos las mismas oportunidades que los hombres. Sin duda estos problemas no pueden compararse con los que por poco acaban con Malala. Pero los polvos que levantan aquí los valores machistas que explican esta situación son el origen de los lodos que empantanan la vida de millones de mujeres en todo el mundo.
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