TRABAJANDO POR LA TRANSPARENCIA Y LA DEMOCRACIA
El miércoles, aun en la asamblea de Eurolat en Vilnius, lo pasé pendiente de la decisión de la comisión sobre el tax lease. Pero como os contaba ayer aquí estaba trabajando en una propuesta de resolución que era para mí muy importante porque hablaba de transparencia y mejoras en el sistema democrático. He escrito algunas veces en este blog el trabajo que desarrollamos en el Parlamento Vasco para hacerlo más transparente y para permitir a la ciudadanía interactuar con él. Y esta resolución era una manera de compartir la experiencia y el conocimiento adquirido y colaborar para que este documento sea lo más útil posible. Por eso presentamos cerca de treinta enmiendas y por eso, tras las votaciones en Vilnius, que acabaron integrando la práctica totalidad de nuestras aportaciones di por bueno el viaje y el trabajo desarrollado.
La propuesta de resolución sobre democracia y participación me pareció desde el principio una buena idea. Y aprovecho para agradecer muy profundamente a los ponentes el esfuerzo que han hecho para mejorar el texto. Hemos constatado que había verdadero interés y ganas por alcanzar acuerdos y por conseguir que el texto que finalmente aprobamos fuese lo más útil posible.
En mucho de nuestros países la democracia representativa tradicional da síntomas de fatiga. Los procedimientos, los lenguajes, el ritual en que se ha convertido el debate público, y otros fenómenos como la corrupción van generando desencanto y desafección. Y es que la democracia o se cuida y trabaja todos los días o, como las relaciones personales, languidece y puede llegar a morir. En el caso que nos ocupa no precisamente de éxito.
Sin embargo si queremos seguir progresando como especie, como seres humanos, la igualdad de oportunidades, el respeto a las minorías, la solidaridad, la protección de los más desfavorecidos, un reparto más igualitario de la riqueza o una concepción sostenible del desarrollo son valores imprescindibles. Y protegerlos y practicarlos requiere del concurso y las aportaciones de todas y todos.
Las organizaciones eficientes, las que triunfan encuentran su primera fortaleza en el equipo de personas que las conforman. La apertura institucional pretende añadir al concepto de sociedad la idea de equipo. La fabricación de esa posición centrada, equilibrada, que en cada tema constituye el «bien común» se produce mejor cuanto más conocimiento somos capaces de procesar, más voluntades sumamos y más claro esta el origen de las decisiones que adoptamos. En el siglo XXI una aplicación inteligente de las nuevas tecnologías a la política nos ofrece inmensas oportunidades de alcanzar este objetivo.
Para poner en marcha el cambio necesitamos primero convicción. Esa deliberación abierta y transparente y un proceso de toma de decisiones más participativa necesitan que los representantes públicos no solo sepamos, sino creamos en y actuemos convencidos de que el poder que ostentamos no es nuestro, sino una circunstancia temporal fruto de un contrato que sobre la base del respeto y la confianza nos obliga con las personas a las que representamos, nos hayan votado o no. Si queremos que la ciudadanía participe con nosotros debemos ser capaces de poner a su disposición toda la información disponible, en tiempo real y con posibilidades reales de interacción e intercambio. Debemos incentivar la implicación y la corresponsabilidad, comprometernos con la idea de deliberar juntos siempre, codecidir cuando los temas lo exijan y asumir la responsabilidad cuando nos toque. Hace falta una evaluación más rigurosa y transparente de lo que hacemos y otra forma de producir normas no solo desde el punto de vista de los procesos sino también desde la perspectiva de las estructuras y los lenguajes. Esas son algunas de las ideas que hemos intentado aportar a este informe.
Hemos echado de menos otras que con algo más de tiempo y posibilidades de negociar son la parte latinoamericana hubiesen al menos dado pie a una buena reflexión. Hay que asumir que necesitamos adaptar nuestra formación y maneras de hacer como políticos a este nuevo espacio de juego en dónde el liderazgo no se consigue por una determinada posición jerárquica sino por la capacidad real de ejercerlo. La democracia deliberativa implica un cambio de misión y visión de la mayoría de las instituciones y especialmente las representativas, como los parlamentos, que deben pasar de fabricar leyes a suministrar a la ciudadanía la apertura institucional que permite integrar su conocimiento y experiencias, iniciativas, aportaciones y demandas, en los procesos de toma de decisiones. Ese modo de funcionar produce procedimientos ciudadanos más activos que reactivos. Eso obliga a reorientar muchos de los servicios que trabajan hoy en los parlamentos y la mentalidad de las y los parlamentarios y permite aplicar indicadores de gestión que ayudan a medir los resultados de las nuevas formas de hacer. Creo que cuanto antes empecemos con ese debate mejor servicio ofreceremos a las personas a las que representamos.
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