ES LA ECONOMIA, AMIGOS.

Ya sabéis que esta semana toca Estrasburgo y hoy ha sido uno de esos días en los que vuelves a sentir lo importante que es estar aquí, vivir las decisiones que tomamos aquí y tener la suerte de tomar parte activa en ellas. A eso vinimos hace ya cuatro años. Y es que el pleno de hoy es de esos que te dejan huella, porque hoy he estado en contacto todo el rato con la economía real y hemos tomado algunas medidas que en los próximos meses deben ayudar a mejorar la situación.

Para empezar por lo pequeño hemos aprobado un acuerdo pesquero con las islas Mauricio que rompe una tendencia bastante negativa que estamos viviendo en los últimos meses en la negociación de este tipo de convenios. No es mucha la pesca que nos aporta, pero es algo, más que nada. Es un caladero que llevaba cerrado para nuestros barcos desde 2007 y que vuelve a la senda a la que deberían volver otros países ribereños tentados por el corto plazo de los acuerdos que ofrecen otras flotas más depredadoras y con mucho menos sentido social y medio-ambiental que la europea. De saque son seis mil toneladas más al año a disposición de nuestros barcos y eso siempre hay que celebrarlo.

Además hoy hemos dado el visto bueno a una de las medidas más importantes adoptadas por el parlamento desde que se aprobaron los paquetes de supervisión financiera y gobernanza económica. Se trata sin duda del paquete legislativo más importante aprobado en Europa hasta la fecha para mejorar el control y las normas que rigen la actividad bancaria y yo lo he apoyado con mi voto.

El reglamento y la directiva aprobados pretenden por un lado mejorar las reservas de los bancos e impedir que estas maniobras de saneamiento bloqueen el crédito al sector productivo y limitar las conductas especulativas asociándolas a una limitación de los sueldos de los directivos bancarios que incurran en ellas.

Como podéis ver en la intervención que me ha tocado hacer esta mañana he recordado que la crisis que padecemos tiene su origen en la perversión de los valores que gobiernan el sistema financiero. Por un lado la especulación se ha impuesto sobre el servicio a la economía productiva. Por otra parte muchas entidades financieras han conseguido eludir sus responsabilidades porque eran de tal dimensión que ponían en riesgo todo el sistema económico productivo y financiero

Pero el sistema tiene además nombres y apellidos, los de los directivos que han recibido más y mejores retribuciones cuanto más especulativos eran los productos que inventaban y vendían.  Limitar las retribuciones, vincular los incentivos a prácticas que devuelvan a su papel instrumental del sector financiero y que lo coloquen definitivamente al servicio del crecimiento real es un paso en la dirección adecuada

por eso creo que es básico obligar a los bancos a reforzar sus reservas de capital para que se jueguen su propio dinero. Las quiebras individuales, las  estamos pagando los ciudadanos. Las de los bancos también. Lo único que echo de menos es que las medidas para garantizar que el crédito fluya de nuevo hacia el sistema productivo sean más potentes.

 

Hoy también me ha tocado defender la posición de una buena parte de nuestras empresas que son «electrointensivas» una expresión si se quiere un poco «freaky» pero que describe la situación de las industrias que necesitan mucha electricidad para sacar adelante su producción. La verdad que a este sector le está cayendo una buena. Ya hemos tenido ocasión de ocuparnos aquí del asunto de las ayudas establecidas para evitar los problemas de competitividad generados por algunas decisiones administrativas que no son un ejemplo de equidad ni de eficiencia. Hoy nos enfrentábamos a la madre de todas ellas, la mismísima modificación del mercado en que se compran y venden las licencias de emisión de CO2, otro asunto complejo de entrada pero fácilmente comprensible en cuanto se baja a lo concreto.

Hoy hemos rechazado, casi por los pelos, eso si, la propuesta de la  Comisión Europea de modificar el mercado de derechos de emisión de CO2 que en mi opinión  no solo no garantizaba la disminución de las emisiones de gases efecto invernadero sino que además favorecería a competidores externos de empresas europeas que no cumplen nuestros criterios medioambientales y sociolaborales. Por eso y mientras no haya una regulación global de este tema me opongo a la propuesta de la Comisión Europea que finalmente ha sido rechazada por 334 votos a favor frente a 315 en contra.

La propuesta rechazada esta mañana por el Parlamento Europeo trataba de intervenir en el mercado que se creó en 2005 para favorecer a las empresas que reducen de modo más eficiente sus emisiones de gases efecto invernadero. En síntesis ese sistema de compra venta de derechos de emisión fija un límite que va reduciéndose año a año y que en 2020 se fijará en una cantidad un 21% inferior al que existía en 2005. Ante el bajo precio que han alcanzado los créditos en el mercado, fruto de la crisis según la mayoría de las asociaciones de industrias europeas, la Comisión se planteó congelar las subastas para elevar artificialmente el precio de los derechos, lo que en teoría garantiza el valor de los créditos. Quienes se han opuesto a la medida consideran sin embargo que esta no es sino una intervención parcial en un  sistema que debería reformarse completamente para reconocer mejor los esfuerzos desarrollados por la industria europea para reducir sus emisiones, no generar distorsiones de competencia en el mercado interior y especialmente no perjudicar a las industrias europeas frente a competidores de terceros países que producen sin ninguna de estas restricciones.

Por eso hoy he tenido que mencionar la dimensión económica de los sectores productivos europeos afectados por este cambio en el funcionamiento del mercado de emisiones de CO2 a los que iban a encarecer los costes. Buena parte de la industria vasca se encuentra en esta situación.

 

Los actuales precios de los derechos de emisión, bajos a juicio de la Comisión Europea, están relacionados con la crisis que padecemos, que siendo de origen financiero, está castigando a la economía real. Incrementar artificialmente esos precios es un nuevo castigo sobre sectores productivos, que necesitan un marco predecible y transparente, que no pueden soportar un incremento artificial de costes que generará más desempleo, que están dispuestas a aportar más soluciones, innovación y creatividad como han hecho hasta ahora para reducir las emisiones de carbono y que además compiten en el mercado global y sin una regulación mundial.

En definitiva si seguimos así acabaremos beneficiando a países como China que van a ocupar los huecos que dejen en el mercado las empresas europeas que pudieran cerrar víctimas de esta medida. A veces fruto de este tipo de actitudes acabamos comprando productos fabricados con ayudas de estado que aquí serían ilegales y bajo estándares sociales y medio ambientales que nada tiene que ver con los nuestros.

Pero es que ha habido mucho más, mejoras en los servicios en tierra de los aeropuertos, la solicitud de una regulación para evitar discrimianciones or razón de sexo en el acceso a bienes y servicios…en fin, la vida misma de cada una y cada uno de nosotros.

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