PREMIOS «SABINO ARANA» EL ORGULLO DE UN PAIS ABIERTO AL MUNDO
Mientras viajo hacia Bruselas esta mañana fría de lunes disfruto del recuerdo de la jornada que vivimos ayer en el Arriaga. He cargado pilas en la gala en la que la fundación Sabino Arana entrega los premios que concede cada año a personas, empresas o instituciones destacadas por la aportación que han hecho al país. Las intervenciones de todos los premiados, la profesionalidad con que la fundación con su presidente a la cabeza, organizan este acto y el ambiente que se respira en el teatro me han dado fuerzas y me han hecho tomar conciencia de la responsabilidad que supone tratar de trasladar a Europa los valores que allí se han reivindicado. El tesón, el esfuerzo, la capacidad para innovar, la convicción de que hay que seguir corriendo en este mundo de hoy solo para conseguir quedarse en el mismo sitio son ideas y principios que comparto. Y me ha quedado claro que hay batir récords si lo que se quiere es mejorar. Mi proyecto vital pasa hoy por contribuir a hacer visibles en Europa estos principios y asociarlos a la imagen de nuestro país. Porque la identidad en este siglo está vinculada a la competencia, a la capacidad de hacer las cosas bien y a la certeza de saber que hay que seguir intentando crecer cada día.
Por eso ayer fue un día para recoger energía, para recibir desde experiencias vitales y profesionales muy diversas la confirmación de que seguimos siendo en el mundo porque somos personas que se esfuerzan, que tratan de ser competentes en lo que hacen con la humildad y el orgullo del pequeño que consigue lo que se propone sin la vanidad y la chulería del grande que cree que tiene suficiente solo porque tiene posición y tamaño.
Por eso ayer fue un día para aprender. Para empezar de Juan Mari, una vez más sobrio y en su sitio, sin quitar un gramo de protagonismo a los y las premiadas. Que decir de Anne Igartiburu, que ha acreditado en esta gala un nivel y una profesionalidad que le han hecho llegar a lo más alto en su profesión. También me gustaron los componentes de «Demode Quartet», el complemento musical que amenizó la gala conm acertadas adaptaciones de Itoiz o Xabier Lete.
Ayer escuché a Frank Gehry, el arquitecto del Guggenheim, contar con enorme sencillez lo que aportó a esta tierra y la emoción que le produce comprobar que hemos sabido gestionar esa oportunidad de éxito. Ha explicado que le impactó nuestra determinación. Cuando comenzó a hablarse de este proyecto la primera propuesta pasaba por colocar el museo en la Alhóndiga. Él planteó levantar el edificio en una vieja fábrica que complicaba el proyecto porque el suelo no era de los promotores. Aquello no acabó con la idea. Gehry percibió tesón trabajo y una integridad en las personas que ha conocido en Euskadi «como no he encontrado en ningún otro lugar del mundo». Hoy este buque insignia de Euskadi, nuestro orgullo de titanio es una exitosa realidad.
Virginia Berasategi, la campeona de Triatlón también me conmovió. Nos contó una historia de esfuerzo y trabajo y desveló que una de las cosas que le motivan es la posibilidad de contar con hechos cómo es el pequeño país del que proviene: un sitio lleno de gente que cree en lo que es capaz de hacer. Un lugar que vive de la capacidad de superación de su gente, de la disposición y el espíritu de plantearse metas cada vez más ambiciosas y el intento permanente de alcanzarlas, aunque haya que dejarse literalmente la piel y las uñas en el intento. Eso es lo que explica Virginia en cada carrera. Euskadi como ella es fibra, cerebro y corazón. Txiki ta gogor. ! Admirable ¡
Ha sido fascinante también escuchar al Presidente de Iberdrola José Ignacio Sánchez Galán explicar con una extraordinaria sencillez dónde está la diferencia entre un empresario de verdad y un especulador y porqué el trabajo del primero crea riqueza y desarrollo, porque es un proyecto colectivo a largo plazo que tiene por objetivo crear riqueza para todos, justo lo contrario que lo que ocurre con quienes se dedican a la plusvalía fácil del corto plazo. La torre de Iberdrola es fruto de la capacidad de miles de personas, desde el ingeniero jefe al último instalador, que hace un siglo tuvieron una visión, creyeron en ella y han convertido el emprendimiento de unos visionarios en la quinta compañía eléctrica del mundo y la primera en el ámbito de las energías renovables. Hoy desde esa posición siguen mirando al frente con esos principios y aportan ellos solos el 2% al PIB vasco además de ser nuestro primer contribuyente. Esto lo ha dicho un hombre que se arriesgaba además a que algunos de los opinadores con peor estilo le hagan un par de trajes en alguna emisora de radio o televisión. ¿Cómo no emocionarse también con esta aventura tan eléctrica?
Me ha encantado también Helena Taberna, la cineasta Navarra que también trabaja desde el fundamento que le proporcionan sus raíces, los valores que recibió de su gente y de su tierra. Ha hecho un reconocimiento a sus padres por trasmitirle el amor a la tierra y los valores de la igualdad y también la sensibilidad que necesita cualquier persona que pretenda internarse el mundo de la creación artística. Y nos ha hecho disfrutar recordando que las historias que cuenta, los valores que reivindica, convertidos en celuloide sobre el suelo de nuestro pequeño país provocan el mismo estremecimiento, la misma emoción, en los cinco continentes cuando tienen la oportunidad de aprovechar las ventajas de nuestro mundo global.
Los representantes de talleres Gureak, Iñaki Alkorta, han dado otro ejemplo de cómo somos en este país. Me he quedado con una idea que es el mejor resumen que he escuchado nunca de la idea de integración. «nosotros, dijo el presidente de esta fundación pensamos que todo el mundo tiene capacidades suficientes para aportar algo a la sociedad en la que vive y trabajamos para facilitar la oportunidad de hacerlo a los que más la necesitan». Las cifras que ofreció fueron igualmente impresionantes: más de cuatro mil discapacitados trabajan gracias a la labor que viene desarrollando esta fundación. Una de sus trabajadoras, Ane, exhibía orgullosa el trofeo sobre el escenario del Arriaga mientras el patio de butacas destilaba una emoción tan intensa que podía respirarse.
El broche final lo puso Pedro Miguel Etxenike físico reputado y eficaz comunicador que nos recordó que los cimientos del progreso que nos ha permitido tener la mitad de paro que el estado español y un tejido empresarial diversificado se pusieron hace treinta años. Una vez más la base del éxito fue el esfuerzo, la determinación y la inversión en ciencia y tecnología. Pero el científico Navarro fue mucho más allá y recordó desde Sabino Arana a los lehendakaris que han sido en el papel de convertir en una identidad ese empeño en salir adelante que es y debe seguir siendo otra de nuestras señas de identidad. Habló también del euskera y se me quedó rabada una frase que mencionó, original de bernardo Atxaga: el euskera no es como el jabón que cuanto más se usa más se gasta. Justo al contrario.
En definitiva hoy, a 10.000 metros de altura, mientras viajo hacia Bruselas me siento orgullosa de representar allí a una sociedad capaz de convertir esos valores en una realidad tan prodigiosa como ha sido nuestro país en los últimos treinta años. Hemos vivido dos fuertes crisis y estamos atravesando la tercera. Nos ha sacudido en estos años la violencia pero seguimos adelante y hemos conseguido llegar hasta aquí con unas notas mucho mejores que las que han obtenido todos los que nos rodean. Hemos sacado notable en un examen en el que no se puede copiar. En el que solo valen los codos, el tesón, el esfuerzo, la confianza en las posibilidades que tiene el que trabaja. Ese es nuestro principal patrimonio y la verdadera base de nuestra identidad colectiva.
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